Visionarios de la integración

Visionarios de la integración

REYNALDO R. ESPINAL
Concluidas, en su primera etapa, las negociaciones comerciales que condujeron a la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC), el país se avoca a formalizar un Acuerdo de Asociación Económica con la Unión Europea. Es necesario, por tanto, volver la mirada a Europa, la Europa de los 25, con tendencia a ampliarse, intentando, en primera instancia, tratar de comprender los orígenes del más ambicioso y consistente proyecto de integración económica y política que registra la historia.

Tuvo la suerte la Europa de la postguerra, devastada por la lucha fratricida hija de un chauvinismo enfermizo, contar con la visión y el liderazgo de célebres estadistas, políticos a la altura de los tiempos, alineados en el ideal de construir una Europa próspera y unida.

Cabe referir aquí el papel protagónico, para la construcción del sueño europeísta, de líderes de la talla de Konrad Adenauer, primer ministro de la República Federal de Alemania, Paul Henri Spaak, ministros de Exteriores de Bélgica y en Francia Jean Monnet y Robert Schuman, a la sazón ministro de Exteriores.

La historia de la integración Europea no se inició en 1957, con el Tratado de Roma que dio origen a la Comunidad Económica Europea (CEE), como a veces se escucha expresar a analistas superficiales del acontecer internacional. Ya en 1930, cuando aún se creyó posible mantener vivo el “espíritu de Ginebra”, que unificó transitoriamente a Europa después de la primera guerra mundial, el canciller francés Arístides Briand propuso la creación de la “Unión Federal Europea”, propuesta, que lógicamente tuvo que pasar la prueba de la segunda conflagración mundial para poder concretizarse. Más tarde, en 1946, Churchill retoma, aunque en aquel momento en la oposición, el ideal de una Europa unida.

En 1948 gracias a la iniciativa de Bélgica, Holanda y Luxemburgo se crea la Comunidad del Benelux, esfuerzo pionero de Unión Aduanera que dos años más tarde, en 1950, se replica en la propuesta de Robert Schuman y Jean Monnet mediante la cual se crea la CECA (Comunidad Europea del carbón y el acero) entre Francia y Alemania. A iniciativa de Dean Acheson, secretario de Estado norteamericano, y Ernest Bevin, responsable del Foreing Office, de Londres, Schuman recibió la petición de elaborar un plan de reintegración de Alemania a la comunidad de naciones libres. Schuman aprovechó, con finura y aguzada astucia aquel singular momento para lanzar la iniciativa de la CECA.

Político agudo, Schuman consideró que la integración Europea, no debía sustentarse sólo en discursos idealistas sino que tenía que considerar como un punto neurálgico los intereses estratégicos de los países miembros.

No es tarea de un breve artículo, como el presente, dar cuenta de la andadura histórica que condujo a la firma, en 1992, del Tratado de Maastricht, por el que se da apertura a lo que hoy conocemos como Unión Europea.

Es un esquema de integración el cual nos cuesta aprender mucho, nosotros que apenas estamos en la fase inicial de libre comercio. De la unidad monetaria, concretizada ya con el Euro como moneda común, la Europa de los 25 avanza hacia la integración política, última fase de un camino largo, en que aún le restan muchos peldaños por escalar.

Aunque abundan los análisis pesimistas que dan cuenta de un actual declive del impulso Europeísta, sobre todo después del fracaso del referéndum constitucional en Francia y Holanda y la baja votación de España, muchos nos inclinamos por creer que esta crisis pasará pronto y que una revitalización del liderazgo y de la economía, sobre todo de los miembros fundadores de Centro Europa, facilitará la continuidad del benéfico acercamiento económico y cultural de Europa con América Latina, acercamiento del cual nuestro país ha recibido y seguirá recibiendo en el futuro tangibles beneficios.

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