Visita, charla y café

Visita, charla y café

–Los papeles de Arnulfo es ahora cuando he podido empezar a revisarlos; no he terminado todavía. Hasta el momento, sólo aparecen asuntos personales relativos a su enfermedad, al trabajo o la familia. Yo no sabía de qué trataban esos escritos, pues no les había puesto un ojo encima. También refiere conversaciones con el padre Servando, con empresarios a los que llevaba los libros. En ocasiones expone sus puntos de vista sobre asuntos de la vida humana, la política, los negocios. No puedo decir todo lo que contienen estos papeles hasta que no los lea. Parece que Arnulfo soñaba con ser escritor. Realmente, siempre fue un contador público.

–Usted dijo durante la primera visita que le hice: si vendo la casa dejaré los papeles al comprador. –Es verdad; pero ahora los quiero leer; además, no tengo tanta prisa en vender la propiedad. He comprendido por qué diseñó la casa tal como es; y por qué deseaba cancelar las deudas rápidamente. Era hombre metódico y disciplinado. Sospechaba que su enfermedad podía ser impiadosa. –Señora a mí también me habría gustado ser escritor; pero no soy más que un agente de bienes raíces. –¿Desea usted tomar un café? –Con mucho gusto lo tomaré, doña Edelmira. Tizol sonrió complacido y levantó las manos como si se entregara a un policía.

Edelmira se paró del sillón y caminó hacia la cocina; unos minutos después trajo una bandeja de madera con tazas, cucharitas, azucarero. –Lo tenía hecho un poco antes de usted llegar; sólo he tenido que calentarlo y no mucho, créame. Tizol sintió olor de café y olor de mujer combinados con gracia y amabilidad. –¿Azúcar? –Una sola cucharada. –Gracias, muchas gracias. –Qué cosa tan curiosa; usted también hubiera querido ser escritor. Ganan poco dinero los escritores.

–Siempre he tenido interés en las memorias y las historias de viajes. –A mí me encantan las novelas. Aprendí a leerlas después que me casé con Arnulfo. A él le gustaba leer; leía toda clase de libros. –Doña Edelmira, he conocido al párroco de este lugar; es una persona inteligente, con liderazgo. Él opina que su marido era un hombre integro y responsable. –Bueno, señor Tizol, es hora de despedirnos. Hemos hablado bastante.

 

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