Vitalidad y autosignificado del arte contemporáneo

<P>Vitalidad y autosignificado del arte contemporáneo</P>

“Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, una flor, todas las cosas que rodean al hombre sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender. Que comprendan sobre todo que el artista obra por necesidad…Quienes intentan interpretar un cuadro, casi siempre se equivocan”. Pablo Picasso, 1935.

A raíz de la celebración de sus 25 años de trayectoria profesional (Willemstad, 31/08/1993),  la  respetada artista domÍnico-curazoleña Jean Girigori, quien actualmente sigue recluida  y reclamando ayuda en el Hospital Universitario de Caracas, Venezuela, declaró emocionada: “Mi arte es para la solidaridad, para el amor y la justicia. Mi arte siempre estará en contra de la desigualdad y en favor de la espiritualidad. No tengo ningún tipo de admiración por los sistemas políticos contemporáneos, pues hasta ahora todas sus propuestas han sido estériles. Actualmente la economía es un retroceso; el arte y la educación se degradan y las políticas culturales son confundidas por los burócratas infuncionales. Los políticos modernos se ponen viejos y corruptos antes de terminar su trabajo. Ellos no quieren el talento de la juventud, no quieren el relevo, son practicantes de la hipertrOfia social”.

A la hora de enfrentarnos al análisis de la obra de arte contemporánea no debemos confundir su interpretación con especulaciones sobre la psicología  particular de la personalidad creadora.  Los efectos de  las prácticas artísticas contemporáneas no son  únicamente espejo de los deseos, sentimientos y contradicciones de sus autores, sino que más bien operan como transgresiones polivalentes o reacciones metafóricas de extraordinaria vitalidad autosignificativa.

El artista contemporáneo trabaja con lo que tiene a mano, sea un  objeto,  un fenómeno natural, una estructura arquitectónica, una idea, un ser amado, un amigo o  un “desconocido”. Una forma sintetizada, una materia reciclada, una estética y unos signos contaminados. Una historia, una irrealidad.   Su  mascota, una fruta, una flor, un pueblo, un ecocidio, un suicidio, una risotada, una profecía.  Pero esta  manera de elección, por más que siga fascinando a los “románticos” del arte contemporáneo, constituye a penas una  poética alternativa, un nuevo  pretexto  para  el ejercicio de la imaginación.

Luís O. Brea Franco nos advierte lúcidamente que: “Las obras de arte contemporáneas manifiestan la propia autodestrucción  significativa del mundo contemporáneo, en una orgía de libertad, verdad, y autoconocimiento. Y esto lo alcanzan no solo con la manifestación de la presencia, sino con la de su ausencia, con lo obtuso, lo insignificante, lo ininteligible y lo ininteligente. Con ello, avanza una presencia-ausencia, destructora del mito de la realidad objetiva, vigente hasta nuestros días” (Preludios a la Posmodernidad, Sto. Dgo. 2001, p.84).

En efecto, traspasando la desconfianza  ante la imagen y el significante, la obra de arte contemporánea se nos presenta  como reacción liberadora a través de formas,  medios y discursos dramáticamente implicantes, llegando hasta la impugnación  de las principales iniquidades del presente: autoritarismo, violencia y terror globalizados. En ocasiones, los artistas logran materializar los efectos de estas prácticas estéticas y antiestéticas  como fricciones simbólicas de auténtica belleza, admirable originalidad y extraordinaria capacidad significativa.

Un ejemplo paradigmático del potencial críptico, crítico y trascendente del arte contemporáneo, sigue siendo el “Guernica” de Picasso. Sobre esta, que es la más célebre obra monumental del genio malagueño,  ejecutada en 1937 y actualmente en la colección del  Museo Reina Sofía de Madrid, el destacado crítico de arte Marc Montijano Cañellas  nos advierte que: “No representa tan sólo el bombardeo de Guernica, sobrepasa esas circunstancias, presenta la tragedia de la guerra, el desafortunado devenir del ser humano. La información sobre hechos concretos es prácticamente inexistente, pero la intensidad del horror y la violencia se respiran al primer golpe de vista, es un cuadro muy perturbador, donde todos son víctimas, tanto hombres como animales. Picasso denuncia la primera gran masacre de civiles de la época contemporánea, un triste precedente que tendrá sonoros imitadores, pocos años después, en la Segunda Guerra Mundial, y que llega hasta nuestros días en pleno vigor”… (Homines. com, 2004)

Las prácticas artísticas comprometidas  y sus efectos determinan una nueva dirección de las emociones, ideales y utopías que revitalizan nuestro tiempo. Poéticas cuestionadoras de los fundamentos de la cultura de la muerte. Poéticas  corrosivas de los antivalores  que proclaman los violentos, depresivos y decepcionados por la irrealización  de las promesas de la modernidad, tales como la del ascenso social  o las revolucionarias. Atravesados por la ruptura de los pactos  solidarios entre géneros, pueblos  y naciones.

Practicar la imaginación como hecho solidario. Resistir la seducción de la industria del espanto y de los rituales hedonistas del Cyborg deslumbrado. Promover los ideales de  justicia, respeto y dignidad entre todos los seres humanos. Proteger los santuarios naturales y los espacios culturales sagrados.

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