Viticultores japoneses sueñan con llegar a las buenas mesas del mundo

Viticultores japoneses sueñan con llegar a las buenas mesas del mundo

KATSUNUMA (AFP).- Los viticultores japoneses están convencidos de que un día sus vinos conquistarán el planeta, aunque ahora casi se excusan por contar sólo con un siglo de historia y cosechar sin ayuda alguna una uva considerada “agria”. En el reino del sake (aguardiente de arroz) y la cerveza, un adulto sólo bebe en promedio dos litros de vino al año.

Sin embargo, desde hace un decenio crece el consumo y el mercado se encuentra inundado ahora de vinos de todo el mundo.

A unos centenares de kilómetros al oeste de Tokio, al pie de relieves montañosos, los productores nipones cuidan la viña soñando con aprovechar un día este entusiasmo.

“No queremos que el vino japonés se quede atrás”, explica Hidekazu Akamatsu, gerente de explotación vitícola de Yamanashi.

Este departamento es la primera región productora de la uva de Koshu, cepa única, y al mismo tiempo sede histórica del cultivo vitícola japonés, un saber hacer importado de Francia a finales del siglo XIX.

La tarea de los viticultores japoneses no es nada fácil: la uva Koshu no es “bastante ácida” ni “bastante dulce”, según ellos.

Cuando se madura, tienen que protegerla de una sobrehidratación si la temporada de lluvias anual se prolonga al final del verano.

Y sobre todo, el Estado japonés, generoso con sus productores de arroz, ignora a los vinateros, que llevan años viendo como se desploma la producción.

Masahiro Sakai, de 61 años, se endeudó para invertir en un centro de vinificación cerca de un viñedo de ocho hectáreas, frente a la majestuosa cadena de los Alpes del Sur japoneses.

El año pasado, sus colegas y él mismo recobraron la esperanza después de una ayuda inesperada del célebre crítico norteamericano Robert Parker, que dedicó elogios al vino blanco de Koshu 2004 y lo sacó del anonimato.

“Parker apreció su carácter natural”, afirma Shigekazu Misawa, productor del vino apreciado por Parker y director general de la Chuo Budoshu Company (2,3 millones de euros de volumen de negocios en 2004), una de las primeras explotaciones vitícolas de Yamanashi, situada en la ciudad de Katsunuma.

Al frente de un equipo de 25 empleados, Misawa exporta su vino a Asia y también a Francia, principalmente para restaurantes japoneses.

El viñador, que cuenta con la ayuda de un experto en vinos de Burdeos, produce un blanco ligero que pega bien con la cocina japonesa, de sabores discretos.

También produce un Chardonnay (con pies importados) más fuerte, adaptado a la cocina europea, única manera de seducir a los sumilleres japoneses.

En Japón, “los líderes de opinión en materia de vinos sólo tienen ojos para los crudos franceses e italianos. Si no haces ese tipo de vino, no tienes ninguna posibilidad de llamar la atención”, lamenta.

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