Viven en riberas de los ríos acostumbrados a sus crecidas

Viven en riberas de los ríos acostumbrados a sus crecidas

Sorange Batista
s.batista@hoy.com.do
Acostumbrados al temor y el peligro que les representa el vivir casi dentro de los ríos Ozama e Isabela, moradores de La Ciénaga y La Barquita ven pasar los años ante la indiferencia de  las autoridades que sólo los recuerdan en tiempos de lluvias o de campañas políticas.

“Usted ve como va esa funda de basura por ahí (por el río Isabela) así tengo yo más de 15 años viendo pasar el tiempo, esperando que nos saquen de aquí y nada”, manifestó indignada Gracia Abreu, de 80 años.

Se queja de que la gente se recuerde de ellos cuando hay ciclones o campaña porque, dice, “hasta de nuestra miseria  unos cuantos vivos se benefician”.

 Caminado descalza entre el lodazal de la ribera del Isabela, doña Gracia observaba el salto temerario que hacían dos niños desde los andamios del puente Gregorio Luperón hasta las contaminadas aguas del río mientras recordaba que así como caían ellos jugando, ella ha visto caer personas  que se han suicidado.

Dijo que en ese lugar ha visto lluvias y tempestades, que siempre traen las mismas características.

“El río sube, nos vamos a los refugios, allá nos llevan colchones, agua, alguna fundita de comida y cuando el río baja volvemos a lo mismo hasta que vuelva a subir”, explicó.

 Y agregó, “yo no estoy aquí porque quiero, yo estoy aquí porque no tengo donde ir. La comida me la dan los vecinos,  porque una vieja como yo ya no sirve pa’ na y ya estaré aquí  hasta que Dios quiera”.

  Por ese río cruza de todo. Aunque no con la avanzada edad de doña Gracia, Santa Matos tampoco tiene esperanza alguna de que alguien se decida a reubicarlos.

 Reside en la orilla del río con sus tres hijos, de 12, 7 y 3 años, luego de que su compañero la abandonó.

Dice que no tiene ningún miedo al río porque ya lo conoce y ha visto pasar de todo por sus contaminadas aguas. “Por ahí pasan cadáveres, animales muertos, toda clase de basura, pedazos de vehículos, ¡de todo!”,    expresó.

Relató que en una ocasión el río creció de manera repentina por la noche y optó por  subir sus trastes a los andamios del puente que une a la Barquita con Los Mina y allí amaneció junto a sus niños.

Igual en La Ciénaga.  Otra que ya no espera ningún cambio en su batallar con las aguas, pero del Ozama, es Francisca Rodríguez una mujer que vive con siete hijos en una casita que compró hace ocho años junto al río. Explicó que en los últimos días las aguas han estado subiendo en la noche, “pero eso no pasa de ahí”. Dijo que cuando la situación se pone difícil va donde una hermana y luego regresa, porque “esa es mi única casa, y no tengo más”.

De la manera descrita en ambos sectores enfrentan una temporada ciclónica que ya se inició con ondas tropicales y vaguadas.

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