POR MARIEN ARISTY C.
Cuando Marcia Sánchez Morillo se levanta y abre la puerta trasera de su pequeña casa observa el amplio patio que se sucede frente a ella y suspira con nostalgia: al ver las aguas del río Ozama que le hacen las veces de jardín, no puede más que pensar en lo útil que serían en caso de estar limpias.
Con seis meses sin que sus tuberías se mojen alguna vez, para los que viven al lado del Ozama el agua es tan necesaria como problemática: aunque en días normales hay que cargarla desde cualquier lugar, en los tiempos húmedos les toca rezar para que la lluvia no anegue sus casas.
No llega agua por aquí y esa no la podemos usar porque no sirve (la del río). Nosotros vivimos pasando trabajo, buscando un chin de agua por ahí, dice Sánchez.
Tras sostener que tanto ella como su esposo y sus tres hijos tienen que estar constantemente pidiendo agua en las llaves ajenas, Sánchez se quejó de que a una calle de su casa el agua llega una o dos veces a la semana.
Pero es gracias a ello que los moradores de los caseríos más cercanos al río, como Yomaris de la Rosa y Santos Rosario, encuentran dónde llenar sus galones y cubetas.
El privilegio: un día de suministro
Antes de llegar a la misma orilla del río Ozama, donde los sentidos se pierden en medio de laberintos y callejones en los que la miseria se viste apenas con algunos trapos de dignidad, se encuentra la parte privilegiada del barrio Ribera del Ozama: en esta área el agua llegada casi todos los martes y sábados.
Tras explicar que los martes cuentan con el suministro de agua durante todo el día, Gladys Mateo, señaló que los sábados apenas llega apenas por una o dos horas.
Esos son los momentos que Yanely Suero aprovecha para lavar; mientras Jennifer Montero se pone a llenar los recipientes que tiene en casa. Hacer estos trabajos no es fácil: el agua no tiene presión y hay que tomarla de las tuberías que están al ras del suelo.
Para los que viven en la parte más alta del barrio, comenta Israel Montero, cualquier tarea de este tipo será imposible si no se cuenta con una bomba ladrona, que cuesta cerca de RD$1,800.
Por eso aquí, donde el río y la extrema miseria parecen ocultarse un poco detrás de las casas de bloques, la mejor noticia es que comience a llover: como sus casas no se inundan, agrega Montero, pueden almacenar más agua.
De esta manera, cuenta Juliana Gómez, no tendrán que comprar agua, que cuesta de RD$20 a RD$30 la cubeta; y de RD$120 a RD$140 por tanque.
Respecto a lo que puede rendir una cubeta, Gómez dijo que sólo da para cocinar una libra de arroz y fregar. Esto da una idea de la cantidad de cubetas diarias que necesitan y de la dificultades que pasan porque no tienen con qué comprarla.