Viven sin agua ni luz al lado de tecnología

Viven sin agua ni luz al lado de tecnología

POR MARIEN ARISTY CAPITAN
SABANA DE LA MAR.-
Mientras el gobierno se empeña en cerrar la brecha digital inaugurando centros tecnológicos comunitarios en Hato Mayor y Sabana de la Mar, los moradores de los barrios que están cerca de esos centros no tienen energía eléctrica ni servicio de agua potable.

Es que estos centros, construidos por el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel) y el Despacho de la Primera, están en las inmediaciones de unos proyectos habitacionales  a medio hacer, ocupados por las familias que perdieron sus viviendas durante los ciclones Georges y Jeanne.

La historia de estos proyectos data de viejo: fueron iniciados durante el último gobierno del doctor Joaquín Balaguer y ninguno de los gobiernos que le sucedieron continuó con las obras.

Por ese motivo los famosos “multis”, tal como se les conoce por aquí, no tienen ningún tipo de servicio. Tampoco son espacios en los que se pueda vivir de forma más o menos digna: las condiciones en que están los moradores de estos proyectos son infrahumanas.

No es mucho lo que se puede esperar de unas casas que, dejadas a medio talle en el año 1994, apenas cuentan con paredes y maltrechas puertas que han sido colocadas con maderas viejas o planchas de zinc.

HATO MAYOR: EN MEDIO DEL DESASTRE

Don Hilario Rosario es un señor de 66 años que vive en una casa a medio construir en los multis de Hato Mayor. De un solo piso, aunque hay construcciones de dos, don Hilario se “metió” aquí poco después del 22 de septiembre de 1998 cuando la casa en la que vivía alquilado fue destruida por el huracán Georges.

Con todo perdido y una familia de cuatro hijos, Rosario decidió ocupar una de las casas abandonadas. Con tres habitaciones, estar en este lugar era mucho mejor que quedarse en la calle.

Por eso no pensó en la falta de agua, que tienen que comprar porque en el sector ni siquiera hay tuberías. Mucho menos hay verdaderas conexiones de energía eléctrica, a pesar de lo cual en algunas ocasiones tienen el servicio. “La luz está loca, un día hay y otro no”; dice Belly Rosario, una de los cuatro hijos que viven con don Hilario.

Embarazada, lavando en una batea y sentada en la “galería de la casa”, Belly explica que en la vivienda también hay seis niños. Pequeñitos, como si hubieran nacido en secuencia, ninguno pasa de los cuatro años.

Mantener en pie a toda esta familia es un dolor de cabeza para un hombre que dice que vive de hacer “cositas” porque hace unos años se partió una pierna.

Lo más asombroso de esta familia es que los hijos también aportan “cositas”: ninguno en este hogar tiene un trabajo regular.

SABANA DE LA MAR: NO TAN CERCA

En el caso de Sabana de la Mar el Centro Tecnológico Comunitario, una bonita y moderna construcción que fue inaugurada pero aún no tiene computadoras, no está en el mismo espacio de los multis.

Pese a ello, para acceder a él, es indispensable ver este abandonado proyecto habitacional que fue el sueño de muchos sabanalamarinos. Aquellos que, tal como lo dicen a media voz, sienten temor ante el alto nivel de delincuencia que existe alrededor de este complejo: en las barras que hay en la cercanía se vive de riña en riña, de asesinato en asesinato y de problema en problema.

La droga también arropa este espacio que es intransitable en la noche y patético en el día. Sólo basta poner un pie en la entrada para entender la verdadera dimensión de lo que sucede: en el primer bloque una charca de agua sucia anuncia, sin pudor, que quienes viven en la segunda planta han improvisado una tubería que “desagua” allí.

Dando unos pasos más se descubren unas ruinas abandonadas y, más allá todavía, otras que están habitadas. En entonces que una puerta de zinc abierta muestra lo que se oculta dentro de estas casas: un lugar inhóspito y sucio que alberga a una familia compuesta por Israel Gil, Lily de los Santos, y sus dos hijitos de dos años y nueve meses.

Al hablar con De los Santos, que comía de pie porque no tiene muebles en su hogar, ella explicó que llegaron poco después del 16 de septiembre del 2004, cuando el huracán Jeanne azotó a la región Este.

Al recorrer la casa se puede palpar la triste realidad que se oculta detrás de unas paredes que ni siquiera se llegaron a empañetar.

La imagen que mejor ilustra la situación es la forma en que duermen los niños: sobre unos plásticos colocados encima de una vieja colchoneta que, a su vez, ponen sobre el colchón. En medio del cuarto, junto una caja que sirve de armario, los niños se veían desaliñados.

Al lado del cuarto está el espacio más deprimente y desastroso: el baño. Con una bacinilla de plástico, una cubeta y un bañerita de bebé rota… hablan, con su vejez y el sucio que les cubre, de unas inexistentes medidas de higiene.

Pero es que, ¿quién puede tener algo más cuando su marido, un sereno que gana RD$3,600, es el único que recibe algún dinero? Tampoco ayuda el que Lily tenga que buscar el agua en un pozo cercano y que la casa no tenga piso. Al menos cuentan con un bombillo que les da la luz.

Esta es la realidad, que habla de una brecha social que contrasta de forma dolorosa con las computadoras que pronto llegarán a Sabana de la Mar.

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