Vivencias de una empresaria:
Hay que lanzarse sin paracaídas y frenar tractores

<STRONG>Vivencias de una empresaria:</STRONG> <BR>Hay que lanzarse sin paracaídas y frenar tractores

La vida es bella, aunque no sólo bella. También es difícil. Sobre todo para quien opta por cruzar la barrera del género sin coger mangos bajitos ni esperar que caigan de la mata.

En la patria chica de nuestra América, a regañadientes queda atrás el proverbial consejo del ´trabaja mucho y encuéntrate un hombre; eres la más lista de la familia.´ Quién sabe si en breve las excepciones logran tumbarle el pulso a la regla y llega el día en el que aquel consejo de sumisión femenina es rechazado con esta respuesta de inconformidad: ´usted será hombre y yo mujer, sin embargo, ¿de qué me vale su libertad y su riqueza, si no incluyen mi igualdad de oportunidades?

En cualquier instancia, sobrepuestos a las costumbres del milenio ya concluído, conviene admitir que los negocios no tienen género. Hay que mirar hacia el futuro y poner sobre el candelero las vivencias de una mujer dispuesta a enfrascarse en las lides del mundo empresarial.

Un vivo ejemplo de todo esto lo encontramos expuesto en la sexta conferencia magistral recopilada por José Báez en la obra: Cátedras Funglode de Éxito Empresarial, 2008, de la que a continuación extraigo diez vivencias inherentes a toda empresaria.

Primera vivencia: la diferencia difusa. El ser mujer no debe constituirse en un límite para el desarrollo y las aspiraciones personales.

«Nunca le he dado importancia al hecho de ser mujer…, ello no ha representado nunca un freno para mi desarrollo, al menos, no por mi parte.»

Segunda vivencia: la seguridad afectiva y el respaldo. Los sentimientos y las emociones tienen un límite. A la hora de emprender la ruta empresarial, hay que contar con el debido respaldo de quienes están llamados a soportarnos.

«Mi esposo me propuso matrimonio justo al mes de mi graduación, y la verdad es que le dije: «Quiero estudiar, quiero trabajar, si estás de acuerdo con soportar mi carrera universitaria completa y aceptar el hecho de que quiero trabajar, entonces, está bien, podemos casarnos, y acordamos que lo haríamos en seis meses.

Nos casamos  el mismo día que cumplí dieciocho años, y tengo que reconocer que cumplió su promesa.»

Tercera vivencia: la formación adecuada. En términos empresariales, lo decisivo es que la formación académica preserve y fomente la capacidad de búsqueda, de análisis, de colaboración y de razonable improvisación.

«Se trata de aprender a aprender, aprender a investigar, aprender a observar, aprender a escuchar, aprender a dar participación y promover el trabajo en equipo, para que sea el resultado de la discusión de las ideas y la contribución y aportes de las personas del equipo, las que empujen la creatividad y el desarrollo de la empresa, para que sean las que identifiquen oportunidades y promuevan nuevas ideas y nuevas empresas.» 

Cuarta viviencia:  un esfuerzo agotador. Las apariencias engañan, el camino está trillado de responsabilidades y de desvelos.

«Al salir del colegio, primero hice un Secretariado Ejecutivo Bilingüe y Diplomático en el Instituto Dominicano Gregg para tener alguna forma de generar ingresos, terminándolo justo cuando nacía mi primera hija. (…) Luego, empecé a trabajar hasta las dos de la tarde, mientras estudiaba mi carrera universitaria de noche y me ocupaba de mis hijos pequeños por la tarde, y por supuesto de mi marido.  Fueron años duros. (…) (De manera que) no se lleven de lo que se ve de fuera, todo empresario ha sufrido innumerables desvelos, frustraciones, fracasos y triunfos. Cometemos errores, muchísimos y realmente se trata de que la mayoría de las decisiones sean buenas, para que el resultado neto sea positivo.»

Quinta vivencia: el inicio. Todo negocio tiene un ciclo de vida que hay que saber reconocer y respetar. El surgimiento es casi imperceptible.

«Toda empresa grande, un día fue pequeña. Un día surgió de la visión, de la idea, del sueño de un empresario o empresaria emprendedora que decidió arriesgarse y asumir el reto de crearla, verla nacer, y dirigirla para que creciera sanamente.»

Sexta vivencia: la institucionalización. El crecimiento de una empresa parece ser directamente proporcional a su estilo gerencial.

«Mientras más grande y más desarrollada, más importantes serán las políticas y los procedimientos de la empresa y las prácticas de buen gobierno corporativo. A veces, en países como el nuestro, no le damos la importancia que tienen.»

Séptima vivencia: nuevas oportunidades y asociaciones. La independencia en los negocios se logra por medio de las alianzas.

«En el 1998, cuando se inició en el país el proceso de capitalización, creí que finalmente podría solucionarse el problema de la electricidad en el país, decidí independizarme e incursionar en el sector eléctrico, formando un «joint venture» junto a Caterpillar para construir una central de generación de electricidad.»

Octava vivencia: la globalización no es una opción. El mercado está globalizado pero, para competir en él, hay que prepararse.

«El resto de nuestras empresas las preparamos  para la apertura y para competir en un mundo globalizado, y hoy podemos decir que hemos hecho los cambios necesarios para adecuarnos al nuevo entorno y poder insertarnos con éxito. (…) O preparamos la mesa y servimos la comida, o seremos comida de otro, que ya preparó su mesa y se sirvió la comida, mientras nosotros divagábamos o nos lamentábamos.»

Novena vivencia: el entorno y la responsabilidad institucional.  El éxito empresarial no se mide por la sola rentabilidad, pues conlleva atender el contexto empresarial.

«De manera paralela decidí participar en las instituciones empresariales, convencida de que era necesario contribuir con el desarrollo de nuestro país y en las transformaciones necesarias para fortalecer la institucionalidad, el Estado de derecho y mejorar las condiciones de pobreza y subdesarrollo de nuestra gente.»

Décima vivencia: el pensamiento estratégico. Hay que pensar el presente desde el futuro y evaluar entonces cada negocio a la luz de sus resultados.

«Mirar hacia el futuro, y tratar de entender como será un determinado negocio, una determinada situación en 10 ó 15 años. Esto siempre me ha permitido poder pensar estratégicamente y analizar un negocio, una decisión, una situación desde esta perspectiva.»

Las ideas aquí expuestas son de Elena Viyella de Paliza, quien cuenta en su haber con suficiente arrojo y determinación como para no titubear a la hora de denunciar excesos oficiales o de detener el avance invasor de los «tractores» presidenciales. A base de ambiciosa determinación, esta empresaria ha aprendido «que hay momentos en que hay que lanzarse sin paracaídas, siempre tratando de que el suelo sea blando, para que si no calculamos bien, el daño sea reparable».

He ahí una buenísima razón por la cuál ya nadie se atreve a mirarla con cara de asombro y decirle, como un día al inicio de una reunión en Washington, «¡oh!, ¿y ésa qué hace aquí?»  

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