Viviendas dignas

Viviendas dignas

El gran problema de cualquier gobierno que construya viviendas es Joaquín Balaguer. En Jimaní se gesta un soterrado sentimiento de rechazo hacia las viviendas de madera que se construyen. Podemos tener plena seguridad de que tan pronto se concluyan, serán ocupadas por los sobrevivientes de la tragedia. Mas, vivirán en ellas con el anhelo de habitar lo que ha dado en llamarse una «vivienda digna».

Pero, )acaso el techo que se levanta no es una vivienda digna? El suroeste tiene como punto de referencia las administraciones balagueristas. El inicio de una política de viviendas dignas lo fue el principio mismo de su gestión. Acudimos junto a él a las tierras del suroeste costero, azotadas por el ciclón Inés. El avión en que viajábamos, de la Fuerza Aérea Dominicana, aterrizó en la base militar de Barahona. Balaguer, en helicóptero, continuó hasta la zona de desastre.

Lo encontramos en La Colonia, un sector de Juancho, en el desolado Municipio de Oviedo. El lodo cobrizo lo anegaba todo, pero el mandatario no se arredró y quiso contemplar los efectos del ciclón sobre las gentes o sus propiedades. Allí nació su proyecto de construir lo que hoy llaman viviendas dignas y escuelas refugio.

Y en efecto, dispuso mudar cinco kilómetros en dirección noroeste al poblado de Oviedo y la reconstrucción total de La Colonia, Juancho, Ovando y Mencía. También la reconstrucción parcial de Paraíso y Enriquillo. En las primeras poblaciones, cada familia recibió una casa de bloques de cemento y techo de concreto. En las últimas dos ciudades, se levantaron barrios que beneficiaron únicamente a las familias afectadas.

Eran los días siguientes al comienzo de los barrios de Matahambre y Honduras del Oeste, en Santo Domingo. Casas unifamiliares o departamentos en edificios multifamiliares se erigían desde poco después de cumplir su primer mes de administración. A lo largo de los tres períodos siguientes construyó el equivalente de 6,300 viviendas por año, algunas de las cuales pagaban cinco pesos mensuales a la Administración General de Bienes Nacionales.

Por supuesto, eran los días en que podía erigirse por el equivalente de dos mil pesos, una vivienda de 90 metros cuadrados de construcción.

Años más tarde, una de las periódicas tormentas que conmueven al suroeste, se llevó desde sus cimientos las chozas de El Cachón, entre Jimaní y La Descubierta. Corrían los años de su último período de los doce años, y las viviendas que se construyeron, erigidas de bloques, fueron techadas de zinc.

Todavía se encuentran en el poblado que, al crecer, ofrece a la vista otras construcciones de los materiales propios de la zona, entre ellos el tejamaní o la madera basta.

En el propio Jimaní, sin que mediase ninguna tormenta, fueron construidas las viviendas del sector que se ha llamado Savica. Son casas de bloques de cemento y techos a dos aguas en concreto, como las desean los que quieren una vivienda digna en aquél adolorido rincón de la República. También en estos materiales fueron hechas las viviendas de los parceleros de El Limón, una comunidad al este de Jimaní en la carretera al sur de la sierra.

Aquella capacidad para generar ahorro público interno que se convertía en inversiones de muchas vertientes, sigue siendo punto de referencia para esos pobladores. Entonces no se gobernaba para la gente como se manda por estos años, pero el pueblo apetece y anhela aquellos techos y escuelas, clínicas rurales y caminos y otras múltiples inversiones. Por supuesto, se impone reconocer que no eran hechas para las gentes, pero ellas las han disfrutado desde entonces.

Y cuantos han sufrido después el paso de las inclemencias de la naturaleza, quisieran lograr esos mismos avances. Aunque reconocen, porque la propaganda política se lo ha dicho muchas veces, que aquello era pura varilla y cemento y que sólo ahora se gobierna para la gente. Pero (cuánto anhelan esas varillas y ese cemento que se volvía casas dignas en ciudades, poblados y villorrios!

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