Eso está claro, la inseguridad ciudadana se encuentra entre los tres principales problemas que más preocupan a esta sociedad dominicana. Pero lo que quizás no sabemos, es que en muchas ocasiones el temor a ser víctima de un atraco en la calle o de un robo en casa, sobre todo en vacaciones, lleva a las personas a ser más introvertidas y a modificar sus rutinas.
Mirar hacia atrás y a un lado y otro de la calle, vigilar varias veces que las ventanas de la casa están cerradas o irse intranquilo de vacaciones por pensar que los ladrones pueden entrar en el domicilio, terminan por generar estrés y cansancio físico, así como desconfianza y temor de abrirse con facilidad a los demás, un aspecto que se acentúa más si la persona ya ha sido víctima de un robo.
La triste realidad en la que vivimos, es que la percepción de inseguridad es cada vez más creciente por la alta incidencia delictiva. Este sentimiento de temor se refleja también en el gasto de las precauciones para tratar de no ser alcanzados por la delincuencia o para cubrir las pérdidas al ser víctimas de la delincuencia, que me atrevo a decir que es en promedio, mayor que la media nacional.
Los afortunados que no conocen el mal trago de enfrentarse a un suceso de esas características pueden ser precavidos a la hora de confiar en las personas que no son de su entorno y están más vigilantes, pero no convierten su seguridad en una obsesión. Aquellos a los que sí les han robado “son más extremistas” y comprueban con más preocupación si la calle por la que caminan es segura, “si el señor que se acerca no tiene malas intenciones” y, en definitiva, están mucho más alerta.
Llama la atención que mientras dicen que las víctimas de algún delito disminuyeron, no se ve esta disminución en la percepción de inseguridad. Esto se refleja claramente en el hecho de que como sociedad estemos gastando más en cuidarnos a no ser asaltados o agredidos.
El que la mayoría de nosotros, estemos viviendo con miedo y desconfianza, y ya sin importar sector, ni horario del día, es una señal inequívoca de los magros resultados en la principal obligación de las autoridades: brindar seguridad a sus gobernados.
Y con esto quisiera dejar a reflexión, que si la harpaxofobia es el miedo persistente a los ladrones, porque se trata de una circunstancia que, al ser catalogada como fobia, implica la posibilidad de que la experiencia de asalto provoque un miedo irracional, entonces, tomando en cuenta como estamos actualmente me pregunto: pero, ¿puede en realidad considerarse este un miedo injustificado? O, ¿es una fobia específica o se trata más bien de una experiencia que acompaña malestares sociales más complejos? Lo dejo a sus conciencias…