Vivir a medio pulmón

Vivir a medio pulmón

Muchos dominicanos han tenido que “vivir a medio pulmón”. Esto es, sin desarrollar sus capacidades y talentos. Sin ver la realización de algún trozo de sus sueños o esperanzas. Las limitaciones sociales, económicas, políticas, de nuestro país, han sido obstáculos difícilmente superables, no solo para escritores y poetas; también para profesionales interesados en las ciencias, en las matemáticas o la ingeniería industrial. Todos los países pobres sufren parecidas calamidades para el ensanchamiento de la cultura local. En tiempos de Trujillo era difícil obtener un pasaporte para emprender cualquier viaje, con fines de entretenimiento o aprendizaje. A pesar de ello, la fuerza de la vocación empujaba algunos hombres hacia su inexorable destino terrestre.
Éramos entonces un país sin editoriales, sin revistas especializadas, sin gremios profesionales. No obstante, empezaron a establecerse grupos de artistas del pincel, escritores, músicos, que subsistían precariamente. No había muchas oportunidades de trabajo para ninguno de ellos. Finalmente, debían optar por ser “empleados públicos” o simples políticos al servicio del régimen imperante. Y sin embargo, “surgían” producciones valiosas de pintores, escultores, poetas, ensayistas, narradores. La Revista de la Poesía Sorprendida, las publicaciones de La Isla Necesaria, los Cuadernos Dominicanos de Cultura, son ejemplos de vida intelectual auténtica en medio del yermo. Por eso se ha dicho siempre que existen plantas que florecen en marismas salobres.
Para que una sociedad consuma libros -ensayos, narraciones, poesía, estudios históricos, crítica literaria-, es necesario que haya pocos analfabetos y pocos desempleados. El deseo de leer puede llevarnos al océano del conocimiento o al deleite del arte poético; para que se generalice el “gusto por la lectura” son imprescindibles: la curiosidad y algunos pesos en los bolsillos. El poeta y el pensador son sujetos extraños en cualquier sociedad; mucho más en aquellas que padecen escasez de trabajo y falta de educación.
Los “hombres de letras” están condenados a la burla, si no hay los instrumentos ópticos para apreciar sus trabajos. Gracias a Dios, la TV, los periódicos, las redes de “Internet”, acercan a quienes disfrutan del “patrimonio literario” en lengua española. La “curiosidad por las cosas del mundo” puede ser inducida a través de medios de comunicación audiovisuales. Los gozos -intelectuales, sensoriales– de la lectura solitaria, vienen después.

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