Resulta, que los algoritmos no son una modernez tecnológica, sino que existen prácticamente desde que el hombre está sobre la faz de la tierra. De hecho, la misma palabra es un homenaje al matemático persa Al-Juarismi, que vivió a caballo entre el siglo VIII y IX después de Cristo y que está considerado el padre del álgebra y uno de los mayores difusores del sistema indio de numeración que, con el paso del tiempo, se hizo hegemónico en todo el planeta. En esencia, un algoritmo es un conjunto de instrucciones o reglas bien definidas que dan lugar a una solución.
Y hoy día, vivimos en la era de los algoritmos. Esos códigos matemáticos que lo abarcan todo: desde los resultados de los buscadores de internet y redes sociales, hasta los sistemas de seguridad de nuestras tarjetas de crédito y teléfonos móviles. Esas fórmulas que predicen nuestras preferencias y gustos. Plataformas tan populares y masivas como Facebook, Netflix, Twitter o Google los utilizan, así que los medios de comunicación no son la excepción. En virtud de que inconscientemente, a diario interactuamos con los algoritmos, se alimentan de la información que las personas entregamos libremente para recibir servicios.
Los algoritmos, sin dudas, han revolucionado nuestras vidas, facilitando en muchos casos tareas informáticas más o menos complejas que antes tomaban mucho tiempo en resolverse, salvando vidas y organizando situaciones caóticas. De hecho, han transformado el comercio -desde librerías hasta supermercados- prediciendo y controlando sistemas electrónicos de forma rápida y eficiente, y gestionando la mayoría de las transacciones financieras. Actualmente, el 75% de la actividad de los mercados globales la efectúan estos algoritmos.
Me llamó la atención que el joven historiador israelí Yuval Noah Harari, que se hizo mundialmente famoso por su bestseller Sapiens y luego con Homo Deus , expresó que estamos a las puertas del dataísmo. Harari cree que con unos datos biométricos y suficiente poder de computación, un algoritmo externo podrá entendernos mejor de lo que lo hacemos nosotros mismos. ¿Qué ustedes creen?
Porque la realidad es que esos algoritmos, ya también pueden ayudarnos a encontrar pareja, a encontrar trabajo, reconocer rostros, tomar fotos, construir -y manejar autos-, enviar emails o ubicarnos en un mapa. «Todo lo que la gente hace y ve en la web es producto de algoritmos. Y están emergiendo nuevos algoritmos de autoaprendizaje y autoprogramación», según expertos.
Básicamente, cada vez que hacemos alguna acción on-line lo podemos hacer gracias a una serie de algoritmos que cada vez son más y más complejos. Cuando enviamos información encriptada (como datos bancarios), al introducir cualquier contraseña, estamos usando algoritmos o cuando usamos un lector de CD o DVD una serie de algoritmos corrigen posibles errores de lectura. Hay algoritmos en la vida cotidiana hasta en el último rincón. Pero su capacidad va mucho más allá, pueden llegar a sustituir al hombre en tareas que pueden parecer impensables.
Es preciso que reconozcamos, que el mundo estará gestionado por algoritmos más de lo que lo está ahora. Y en ese escenario, nos conviene estar atentos porque de lo que si estoy segura, es que como dicen: “el poder estará en manos de quien controle los algoritmos”.