Durante la trayectoria de nuestra vida es seguro que nos encontraremos con lo bueno y lo malo, pero son justamente esas vivencias las que nos proporcionan la fortaleza y ánimo para poder disfrutar cada día como si fuera el último.
Casi siempre no entendemos ni valoramos esos momentos agrios que suelen tomarse su tiempo en nuestra vida pues en la mayoría de los casos solo pensamos que no los merecemos y cuestionamos la razón de su existencia, sin embargo, creo que vale la pena mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de que somos realmente bienaventurados. Es necesario tener consciencia de que no todo puede ser maravilloso de color de rosa, pero me pregunto si no aprendiéramos de las dificultades que realmente son el origen de nuestras fortalezas, entonces ¿qué sería de nuestras decisiones a tomar si no tuviéramos que sopesar entre una cosa y la otra? Es necesario que el sol se apague para que llegue la luna y viceversa.
No todo lo que vemos como malo dejará consecuencias negativas. Lo más importante en nuestra vida es vivir a plenitud cada momento y sacarle el mejor partido, pues a medidas que vamos dejándonos arropar por ese ambiente enmascarado de frustración, de pereza, de dejadez, de desesperanza y lo reflejemos hasta en nuestro rostro al levantarnos o acostarnos, nuestros hijos y allegados serán parte influenciada de lo mismo.
Hay que mirar hacia adelante no importa lo que esté pasando por nuestras vidas, aunque el mundo esté lleno de oportunistas también lo está de oportunidades, abre los brazos, vuela alto y no mires hacia atrás, te espera un camino largo con piedras y rosas pero tú puedes hacerlo entretenido porque al final te afectará de forma negativa o positiva dependiendo de tu actitud hacia el desafío.
Disfruta cada momento como si fuera el último, a solas y en compañía, de noche y de día, siendo pobre o rico, gordo o flaco, joven o viejo, teniendo en cuenta siempre que tus actos sean beneficiosos para ti y para otros.
Sonríe mucho por lo poco que tienes y no llores tanto por lo que desea tener.