Vivir y crear en celo

Vivir y crear en celo

En todos los países de América se discute agriamente acerca del valor de los poetas y de la poesía. No solo discuten los críticos y los historiadores de las letras; también discuten los poetas mismos. La poesía social ha tenido el patrocinio de los partidos, de los políticos, de periodistas “ideologizados”. Pero nadie puede poner en duda la legitimidad de la llamada “poesía social”. Demasiados abusos, crímenes, atropellos, ensombrecen la historia de los hombres de cualquier tiempo. Los sentimientos que despierta la injusticia son la fuente de la “poesía de protesta”, que es un ala de la poesía universal.

Pablo Neruda, el gran poeta chileno, no apreciaba la “poesía pura” y tenía una pobre opinión del poeta checo Rainer María Rilke. En Santo Domingo, la poesía de Paul Valery provocó una pequeña guerra entre los artistas de mediados del siglo XX. El Cementerio Marino dejó algunos muertos en las tertulias intelectuales de cafeterías, en reuniones formales de los viejos ateneos. Algunos de estos “muertos”, caídos en la tierra seca de la estrechez mental, modificaron sus puntos de vista “al cabo de la vejez”. El propio Neruda escribió: “te desdeñé alegría,/ fui mal aconsejado./… Los antiguos poetas/ me prestaron anteojos/ y junto a cada cosa/ un nimbo obscuro puse./… No fui justo,/ equivoqué mis pasos/ y hoy te llamo alegría.”

En nuestro país es habitual “enfrentar” a Pedro Mir con Franklin Mieses Burgos, como si ambos poetas tuviesen visiones antagónicas de la sociedad y del mundo. Rilke recomendó al poeta Kappus que nunca escribiese versos de amor, como consta en las célebres “Cartas a un joven poeta”. Neruda fue el poeta que escribió “20 poemas de amor y una canción desesperada”. Además, un militante político y declarado partidario del “erotismo”, en el arte y en la vida. Sin embargo, Rilke dirigió una carta (1912) a Lou Andreas-Salomé, desde el Hotel Reina Victoria, de Ronda, que es un poema de amor en prosa.

También dice que Kappus dijo: el artista debe “vivir y crear como en celo”; y Rilke admite que siempre se haya “increíblemente cerca del mundo sexual, del sufrimiento y el goce que este entraña…” Quizás agradecía tardíamente su viaje a Rusia con Lou Andreas-Salome.

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