La forma de comer, cada vez más fácil, cada vez peor
Madrid. EFE.- Aunque sea de suponer que siempre se ha querido, es en los últimos años cuando se han registrado más avances para facilitar al hombre las cosas, especialmente las que afectan a su vida cotidiana: cada vez hay que pensar menos y tener menos habilidades manuales. Así ha ocurrido también en la mesa.
Un par de ejemplos: ¿cuántos números de teléfono tiene usted en su memoria, no en la de su celular? Cada vez menos, ¿no? ¿Cuánto tiempo hace que no ha resuelto una raíz cuadrada?
Las respuestas son sencillas: la memoria telefónica decrece en proporción directa a como crece la agenda almacenada en la memoria del celular, y desde que las calculadoras están en el mercado nadie ha vuelto a hacer ya una raíz cuadrada, sino una simple división. Para eso está el aparatito.
Con el protocolo en la mesa ha ocurrido lo mismo. Probablemente aún recuerden anécdotas referidas a personas que no sabían seleccionar qué tenedor usar con cada plato, en los tiempos en los que las mesas eran una ostentación de poderío y sobre ellas se disponía, al mismo tiempo, toda la cubertería y toda la cristalería.
El no iniciado lo pasaba mal, hasta que acababa por comprender que los cubiertos se iban usando desde el exterior al interior. Hoy, lo correcto es marcar cada plato con sus cubiertos, con lo que no hay duda: se usan los que hay.
La comida viene emplatada: no hay que servirse. Así se ahorra a quien no está acostumbrado el mal trago de tener que hacerlo formando una pinza con los cubiertos de servir, a una sola mano, o el de apelar al incómodo -dada la posición de comensal y bandeja- uso de ambas manos.
Pero de estas lógicas simplificaciones hemos pasado a algunas más radicales: se nos incita a comer directamente con las manos, sin cubiertos occidentales ni orientales, un montón de cosas antes impensables.