Nueva York.- Vladimir Guerrero siempre fue inmensamente fiel a sus raíces. Tanto así, que incluso después de ganar millones de dólares como estrella de las Grandes Ligas, jamás se mudó de Don Gregorio, su pequeño pueblo natal en la costa sur de la República Dominicana.
Ahora, el toletero famoso por su capacidad para batear cualquier lanzamiento y con un cañón en el brazo tendrá otro domicilio: en el Salón de la Fama del béisbol.
Y cruzará el umbral de los inmortales con el uniforme de los Angelinos de Los Ángeles. Un día después de ser elegido para la exaltación a Cooperstown, Guerrero dijo que decidió entrar al Salón de la Fama como un Angelino, para convertirse en el primer jugador que ingresa al recinto con la gorra de ese equipo.
El ex guardabosques jugó seis temporadas con los Angelinos (2004-09), con los que ganó su único premio al Jugador Más Valioso, después de pasar las ocho primeras temporadas de su carrera con los Expos (1996-2003).
También vistió los uniformes de Texas (2010) y Baltimore (2011). «Lo pensé mucho, pero ahora me voy a ir con la gorra de Anaheim», dijo Guerrero en una rueda de prensa junto con Chipper Jones, Jim Thome y Trevor Hoffman, los otros miembros de la clase de 2018 del Salón de la Fama.
«Esto no es solo de mi pueblo, no es solo de la República Dominicana. Es de todos los latinos». Guerrero es el tercer dominicano elegido al Salón, y el primer jugador de posición de su país que ingresa a Cooperstown después de los lanzadores Pedro Martínez y Juan Marichal.
Su combinación de poder con el bate, brazo endiablado en los jardines y velocidad en las bases lo metieron en esa inusual categoría de peloteros que pueden hacerlo todo bien, y con aparente facilidad.
«Un talento increíble, tenía todas la herramientas», comentó Omar Minaya, gerente general de los desaparecidos Expos durante las dos últimas campañas de Guerrero con el equipo.
«No era solo lo que hacía, sino que lo hacía todas las noches. Le hacía todas las cosas ’sobre’: brazo sobre (promedio), bateo sobre, corrido sobre». Guerrero, usualmente tímido y de pocas palabras ante las cámaras, destacó la importancia de su círculo inmediato para su éxito en las mayores.
«Si no, no estuviera viviendo en mí mismo pueblo», señaló. «Me siento contento desde que comencé en mi pueblo natal don Gregorio, uno trata de seguir compartiendo con su familia, con su gente que lo vio nacer, y eso lo voy a tener siempre en alto».
También agradeció la oportunidad que le ofreció su primer manager en las mayores, su compatriota Felipe Alou, porque «me dio la oportunidad de jugar todos los días».
Guerrero recordó que tuvo muchas lesiones en su primera temporada completa en las mayores en 1997 —en 1996 jugó apenas nueve partidos — que lo limitaron a 90 encuentros y 325 turnos.
De todas formas, bateó .302 con 11 jonrones y 40 remolcadas, exhibiendo chispazos del talento que lo llevó a acumular 449 cuadrangulares y promedio de .318. «Me dio la confianza», señaló sobre Alou. «Y le hice un gran trabajo».