Vladimir Velázquez Matos – Torpe batuta

Vladimir Velázquez Matos – Torpe batuta

Si existe una organización humana que requiera de una disciplina perfecta, en total armonía con los lineamientos de su director, esa organización es la orquesta sinfónica o filarmónica, en donde sus numeroso miembros ejecutantes dan vida a las formas sonoras más complejas jamás creadas.

Y ello es así, puesto que para interpretar la música de los grandes maestros, es necesaria la total competencia y compenetración de todos sus miembros para llevar a cabo tan ardua y compleja tarea.

La historia de la ejecución orquestal se remonta a muchos siglos atrás, pero fue en la época de Lully en el siglo XVII, en donde el maestro llevaba el compás con un pesado báculo, tan pesado que los oyentes escuchaban el tum tum, y que por un accidente de este maestro con el mismo, se dio accidentalmente tan fuerte golpe en el dedo gordo del pie, infectó y después murió.

Además los directores eran los mismos ejecutantes al clavecín y se cuenta que Gluck ante interpretaciones fallidas iba a gatas, en medio de un concierto con sus músicos y los pellizcaba ripostándolos públicamente. Pero al entrar el siglo XIX las cosas cambiaron y la dirección orquestal se convirtió en un arte con todas las de la ley y se comenzó a teorizar al respecto siendo uno de los principales abanderados el alemán Hans von Bülow, amigo y discípulo de Wagner, quien le abrió el paso a otros grandes en el siglo XX como Nikish, Arturo Toscanini, Wilhem Furtwängler, Bruno Walter, Herbert von Karajan y otros inmortales de la batuta.

Sin embargo, la dirección orquestal, con toda esa complejidad y dificultades que representa manejar un conglomerado humano tan diverso en donde cada uno tiene una opinión de cómo debería interpretarse una obra, y en la cual la opinión del director es la que debe prevalecer, se parece al manejo del Estado y a la cosa pública, o quizás peor, pues la torpeza de un director, en este caso un mandatario, no sólo puede arruinar la obra que es la acción, sino la vida de todas las personas.

Tal vez por ello es que estemos todos los dominicanos padeciendo vidas tan arrítmicas y desafinadas en esta local y caótica partitura que es la actual gestión.

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