Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio cierra los escritos de su columna con la expresión “Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos”, la cual siempre trae a mi memoria la forma en que Juan Bosch solía despedirse, en sus amenas e instructivas charlas radiales: <<Hasta mañana, si Dios quiere, dominicanos>>. El eminente prelado publicó un artículo titulado: Salud, empresas y servicios. En él dice: <<La salud es un don, es un bien, uno los grandes bienes que tienen los seres humanos; la salud se quebranta y se enferma, entonces hay que buscar la salud>>.
Con finísimo tacto y estilo envidiable, nuestro ilustrado obispo nos hace ver con sutileza, cómo ha ido evolucionando y cambiando el concepto histórico de los servicios de salud. Tratándose de un bien o producto social, el sistema imperante lo convierte en una mercancía en la que hay productores y consumidores. Nace así el negocio o empresa de salud.
Se venden atenciones médicas; quien pueda pagar más recibirá mejores y mayores cuidados. Las ideas humanistas de servicios sanitarios oportunos, eficaces y con óptima calidad ha sido transformado en un mito.
No es verdad que un hijo de machepa que requiera un trasplante de riñón obtendrá dicho órgano con la prontitud y facilidad con que lo obtendría un multimillonario. De igual manera, tenemos hospitales y centros privados de distintas categorías, a los que acceden clientes acorde con sus posibilidades financieras.
Como visionario del porvenir Monseñor Carpio nos alerta: <<Sin lugar a dudas que pasaremos por una etapa en la que se acentuará más la empresa, el producir, el ganar a través de la salud, en lugar del servicio, pero la humanidad volverá a encontrar su equilibrio, porque la búsqueda de la salud es un servicio antes que una empresa… Que la empresa no dañe el servicio, y que el servicio invite a cuidar las inversiones que son necesarias hacer en el campo de la salud>>.
Otros obispos han alzado sus voces al unísono en coro alrededor del tema ecológico de Loma de Miranda. También Monseñor Francisco Ozoria Acosta, de la diócesis de San Pedro de Macorís, ha denunciado que su provincia carece de los servicios básicos y que es afectada por la delincuencia.
Agrega que “la reducción significativa de la industria azucarera ha afectado la economía de San Pedro de Macorís, debido a que solo hay dos ingenios operando”. Me viene a la mente aquella famosa pastoral a inicio de los sesenta del pasado siglo, la que tanto molestó al dictador. No aceptar el consejo eclesiástico indudablemente que contribuyó al aceleramiento de la caída de oprobioso régimen trujillista. Oigamos con atención esmerada las advertencias y recomendaciones de estos pastores de almas.
Ellos vienen alimentados con la sabia antigua del Padre Las Casas, y con el sermón de adviento de Fray Antonio de Montesinos cuando refiriéndose a los aborígenes exclamaba: ¿Cómo los teneis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades en que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matais por sacar y adquirir oro cada día?”