Es peligroso tener la razón cuando las autoridades están equivocadas”. En esos términos se refirió François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, una de las principales figuras de aquel movimiento definido como la Ilustración, que estableció especial énfasis en el poder de la razón humana, de la ciencia y sobretodo del respeto hacia la humanidad.
Ante el clima de intolerancia impuesto por algunas de las personas que en su afán por desconocer los derechos de dominicanos descendientes de padres extranjeros han llegado a los peligrosos extremos de llamar “traidores a la patria” a quienes, con sobrados argumentos, nos hemos opuesto a la inhumana sentencia 168-13.
Desde el más allá retumba la voz de Voltaire con el mensaje de tolerancia “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. La puesta en práctica de ese pensamiento habría evitado grandes conflagraciones bélicas que han sembrado muerte y miseria entre los seres humanos. La ausencia de elementos convincentes, así como los errores e inconsistencias de la sentencia 168-13 han sacado de su equilibrio emocional a los paladines de la muerte jurídica que la aplicación de ese instrumento democida traería consigo, acudiendo a epítetos descalificativos que lejos de aportar al debate, tienden a fraccionar aún más nuestra sociedad dominicana.
La respuesta a ese frenesí siempre deberá ser la salomónica expresión “la blanda respuesta aplaca la ira”, sin que esto implique renuncia alguna a la defensa de las causas más nobles de la nación.
Muchos son las males de nuestro pueblo, a decir, crisis eléctrica, seguridad social, seguridad ciudadana, seguridad alimentaria, desempleo, entre otros. Sin embargo, y me antoja plantearlo, de manera deliberada, se ha introducido el ruido de la sentencia en cuestión logrando distraer la atención nacional e internacional de los temas nodales de la República.