Voltaire y la tolerancia

Voltaire y la tolerancia

En marzo de 1762, el Parlamento de Toulouse condenó a Calas a morir estrangulado y su cadáver quemado. Tras la publicación del libro de Voltaire, en 1763, se reconoció la inocencia de Calas, en 1765, y su memoria reivindicada, gracias a la defensa del intelectual.
Fue una época de conflictos religiosos entre católicos, protestantes, anabaptistas, evangélicos, jansenistas, luteranos y calvinistas. Para Voltaire, la tolerancia es un derecho natural y humano. Su clave consiste en el principio: “No hagas lo que no quisieras que te hagan”.
Voltaire fue un cristiano que abogó por el humanismo. “Cuanto más divina es la religión cristiana, menos le corresponde al hombre imponerla; si Dios la ha hecho, Dios la sostendrá sin nosotros. Sabéis que la intolerancia solo produce hipócritas rebeldes”, dijo. “La intolerancia es lo único intolerable”, sentenció. “La intolerancia ha cubierto la tierra de matanzas”, afirmó. Resulta paradójico que las religiones monoteístas han sido más intolerantes que las politeístas y laicistas. Ser tolerante, en cambio, no es ser indiferente. La clave consiste en no tolerar la intolerancia. Por lo visto, la intolerancia no ha sido solo política sino también religiosa. No es sino a partir del Renacimiento, cuando se asume el debate filosófico sobre la tolerancia, aunque desde concepciones distintas.
Este filósofo de la Ilustración usó el recurso literario de la ironía para combatir la intolerancia, cuya raíz descansa en el lugar del otro. La esencia de la tolerancia se define no desde el yo sino desde el otro, es decir: en el respeto al otro. Los enciclopedistas fueron abanderados de este concepto: desde Rousseau a Diderot; en la época moderna, lo fueron Stuart Mills y Spinoza, Leibniz y Kant. Así pues, asumir la defensa del otro no implica abandonar las ideas propias, ni la autocrítica, ni la potencia crítica para juzgar.
La intolerancia no es sinónimo de indiferencia. La tolerancia, en efecto, no es pasiva, ni relativa. Voltaire promovió el respeto a la diferencia, al pluralismo ideológico y religioso. Para este intelectual, el valor ético de la tolerancia lo concibió como un imperativo categórico de la vida civil. Combatió intelectualmente la intolerancia y concibió los dogmas como un absurdo moral. Su única arma de combate fue la ironía filosófica. Como pensador ilustrado, tenía la convicción de que la tolerancia no es una cuestión teórica sino práctica. Así, la tolerancia se funda en el ideal del respeto mutuo entre los individuos. La intolerancia entre ateos y católicos del siglo XVIII equivale hoy a la intolerancia entre fundamentalistas religiosos y conservadores, ecumenistas y nacionalistas, sexistas y feministas. Voltaire defendió el derecho de conciencia. Antepuso la “fuerza de la razón” a la “razón de la fuerza”, a través del ejercicio del sentido común, la prudencia y el respeto a las concepciones del otro. Es decir: la moral social antepuesta a los dogmas religiosos. En esencia, lo que propuso fue ser intolerantes con la intolerancia. Si se es tolerante con los intolerantes no quedará espacio para la convivencia, donde podamos defender nuestros puntos de vista. Por sus ideas, varias obras suyas terminaron en la hoguera. Con su defensa apasionada de la tolerancia, se convirtió en el arquetipo del intelectual moderno, en la representación del intelectual sensible y crítico, que influyó en la vida pública francesa, con sus escritos, en los que denunció las barbaries y los atropellos del poder religioso y político. A partir de sus reflexiones, contribuyó a sacudir la conciencia del mundo intelectual de su época. Filósofo comprometido con las causas morales, Voltaire influyó en las costumbres de la vida cultural de Europa. No fue un tratadista como Kant, Marx o Hegel; en cambio, plasmó sus ideas de modo ameno en aforismos, ensayos, epigramas, narraciones y obras dramáticas. Optó por la brevedad y la amenidad, no sin agudeza de ingenio. Prefirió ser más un escritor que un filósofo sistemático.
El “caso Calas”, que lo motivó a escribir su Tratado sobre la tolerancia, es similar al “caso Dreyfus”, que indujo a Emile Zola salir en defensa del capitán judío acusado de traición a la patria, en su célebre manifiesto “Yo acuso”. Esta frase tiene su equivalencia en la de Voltaire que dice: “!No dejes de pisotear al infame!”. Es decir, no toleres jamás la intolerancia. La denuncia de Voltaire fue más bien contra las supersticiones religiosas: se valió de la ironía mordaz para combatir el dogmatismo y el fanatismo religiosos. La ironía dialéctica fue un rasgo esencial de su pensamiento heterodoxo, caracterizado por ser una invitación a pensar por sí mismo y sin prejuicios, y a enjuiciar, de modo crítico, las convenciones sociales. Para el autor de Cándido, cada hombre lleva en su interior una idea clara de lo que es justo o injusto, ético o antiético, más allá de lo que nos dictan las religiones o las normas morales. Es decir, que nuestra conciencia moral es el mejor tribunal que actúa como ética del deber y de la responsabilidad, al margen de las normas jurídicas de la sociedad. Voltaire fue, en efecto, intolerante contra la violencia fanática que pretende imponer su dogma como verdad universal. Abogó por la insumisión para no usar la violencia de la conciencia, en vez de coartar la voluntad del otro, apelando a métodos intimidatorios. Gandhi pareció un discípulo suyo, al usar métodos pacíficos de lucha, pero firmes e intransigentes. Por eso infundió respeto, al cambiar un orden político opresor, mediante el ejercicio de la paz. Así pues, la violencia depara en desprecio, y la paz inspira respeto. Voltaire, por consiguiente, actuó acorde con sus convicciones porque estuvo en juego su dignidad intelectual. La defensa de la tolerancia es, pues, una toma de partido por la dignidad.
La ironía volteriana, si bien no elimina el fanatismo fundamentalista, sí contribuye a combatirlo. De ahí que, tras la masacre en el semanario satírico Charlie Hebdo, del Tratado de la tolerancia de Voltaire, se reeditaran más de 20 mil ejemplares, como una forma de resistencia y reivindicación de la sonrisa crítica e irónica, de este pensador francés ilustrado, que usó su ingenio para combatir la intolerancia religiosa de su época.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas