Hay niños que desde pequeñitos son autoritarios, es decir, tienen un don de mando que no escatiman esfuerzos en pedir las cosas sino que las exigen. Siempre quieren hacer las cosas a su manera, por eso es que muchas veces no respetan las opiniones ni los sentimientos de los demás porque los suyos siempre están por encima, son aquellos que imponen su juego a los amigos sin preguntar, y además deciden qué papel tiene que asumir cada uno.
Suelen tener ese nivel de imponencia de escoger la ropa que va a usar, vestirse solo, comer solo, no les gusta que les digan cómo hacer las cosas y eso a los padres nos hace perder muchas veces la paciencia, y nos provoca un nivel de ansiedad que pocas veces podemos disimular, y no nos damos cuenta que no es más que un niño con voluntad firme.
Las razones de que un niño sea autoritario pueden ser muy variadas: desde que no le hayamos puesto límites desde pequeño, por carácter del niño, o porque esté pasando por una situación estresante para él, e imponerse sobre los demás sea una válvula de escape a su ansiedad. Pero es elemental siempre tener en cuenta que el diálogo, la disciplina y evitar la imposición, son claves para trabajar con ellos. Si son guiados correctamente, se evita que crezcan sin controles y que se conviertan en un dolor de cabeza para los padres y la sociedad.
Es cierto que no se debe partir con un no desde el principio a sus solicitudes, sino que siempre debemos ver cómo fomentar el diálogo, pero dejando claro que la decisión final la toma mamá y papá que son las personas que están para dirigir a los niños.
Un dato importante es que para modificar conductas tiene que existir estructura, consecuencia y consistencia. Es decir, que el niño sepa lo que va a pasar si no hace caso, y que esté seguro que se va a implementar lo que se le ha dicho y que se le va a cumplir totalmente. Pero ni eso sería significativo, si no entendemos que con más razón en un niño autoritario debemos predicar con el ejemplo y no exigirle las cosas ya que nos imitará, sino hacerle ver que el diálogo y el razonamiento tiene muchas más ventajas que la imposición.
Hasta cierto punto, es normal que a los niños les guste mandar. Pero debemos evitar una serie de actitudes para que un comportamiento propio de esta edad no se convierta en una característica de su carácter. Y debemos examinarnos para ver si únicamente prestamos caso a nuestro hijo cuando da órdenes y no lo hacemos cuando juega tranquilamente y comparte los juguetes con los demás, o cuando nos pide algo de forma correcta. Con esta actitud todavía tendremos más probabilidades de que el niño se convierta en un pequeño mandón.
Nosotros como padres debemos hablar siempre y mucho con nuestro hijos, para que sobre todo en estos casos, podamos explicarles y entiendan que a los otros niños también les gusta tomar decisiones y él debe pensar en lo que les gusta a sus amigos, no sólo en lo que le apetece hacer a él.