Volver a la felicidad

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Hace unos años, en medio de una situación familiar complicada, me refugié  en eso que llaman felicidad en busca de sortear de la mejor manera las circunstancias adversas. Fue una experiencia gratificante. Leí libros sobre el tema, hablaba a la gente, y escribí artículos y un libro, El Mejor Día de Mi Vida.

Algunos lectores me dijeron que aquel libro les había sido útil por diversas razones. Y una amiga muy cercana todavía me dice que quien lee mi trabajo sobre la felicidad encuentra motivos para reír, ser optimista y mirar la vida desde otra perspectiva. En estos momentos he sentido la necesidad y el deseo de volver a escribir y leer acerca de la felicidad.

La gran pregunta

Muchas veces nos preguntamos cuál es nuestra misión en el mundo, qué papel desempeñamos, a qué hemos venido a este planeta convulso, casi siempre afectado por tragedias y guerras, transido de dolor, pero lleno de posibilidades para vivir felices.

A veces escucho gente hablar de que su misión en la vida es criar a sus hijos, otros que  es servir a Dios y alcanzar la salvación de su alma. Algunos opinan que acumular fortuna es su razón de ser en el universo, otros ser exitoso en el mundo del arte, del deporte, en el amor. Sin embargo, muy pocas personas afirman: he venido a este mundo para ser feliz. Y ser feliz es la única razón que tenemos para estar en este espacio y en este tiempo.

Estoy bien porque soy conforme

En estos momentos mi madre está pasando por una situación de salud muy compleja. Tiene 78 años, es diabética y le acaban de amputar un brazo. En mis visitas al hospital donde se encuentra interna, en varias oportunidades le he preguntado: ¿Cómo se siente, Nena? Y ella me ha respondido con las mismas palabras de siempre: estoy bien porque soy conforme. Durante sus días de postración, hubo momentos en que pensamos que no la veríamos pararse de la cama, nunca ha proferido una queja y no ha perdido el sentido del humor. Y yo me pregunto, ¿es la conformidad, la aceptación de las circunstancias que nos han tocado vivir, una forma de la felicidad? Yo pienso que sí. No hay peor enemigo de un ser humano que una rebeldía ante situaciones que escapan a su control, ante circunstancias que no le dejan más opciones que su aceptación pura y simple. Esto no significa que no haya que luchar para superar las adversidades, que no haya que emplearse a fondo para echar un negocio a flote, que no haya que proponerse tal o cual meta y tratar de alcanzarla. Eso no quiere decir que no nos esforcemos por mejorar nuestras condiciones de vida y de las personas que nos rodean. Eso no significa que no hagamos esfuerzos por mejorar el mundo, algo que empieza a materializarse cuando nos convertimos en mejores seres humanos, más solidarios, desprendidos y conscientes de la necesidad que tienen los demás de que observemos una conducta lo menos nociva hacia ellos.

En busca de la felicidad

Muchas veces cometemos el error de decir, busco la felicidad y no la encuentro. Efectivamente, nadie encontrará la felicidad si sale en su búsqueda, porque ésta no es un objeto. Asimismo, muchas personas afirman: algún día espero alcanzar la felicidad. Y nunca la alcanzarán porque la felicidad no es un lugar que está en una montaña o en una nube. La felicidad no se alcanza porque no es un puerto donde ésta nos espera; no se alcanza porque no es un destino turístico ni una casa donde aguarda nuestra amada o nuestro amado. Tampoco es un boleto de la loto premiado.

 ¿Qué es, entonces, la felicidad? Esta es una pregunta difícil y filósofos, siquiatras, sicólogos, escritores y todo tipo de estudiosos nunca han podido ponerse de acuerdo para definirla. Y es que la felicidad es un asunto estrictamente personal; debemos, sin embargo, hacer algunas puntualizaciones en torno a esta última afirmación. La felicidad es primero que todo una actitud ante la vida. Y dependiendo de cómo nos comportemos ante las distintas circunstancias que nos toquen vivir así será el estado de felicidad que experimentaremos.

Cómo influye lo de adentro y lo de afuera

Pienso que es indiscutible que las cosas que producen más bienestar espiritual, eso es la felicidad, están al alcance de todos porque estás pertenecen a nuestro espíritu. Esto es que están en nuestro interior. La serenidad, la templanza, la piedad,  el buen humor, la bondad, la alegría, el amor, son condiciones intrínsecas del ser humano. Y cuando las ponemos en práctica, cuando nos educamos para hacer un uso cotidiano de ellas, viviremos en un estado de gracia frecuente y casi constante.

He oído a algunas personas decir que las mejores cosas de la vida son gratis, que no se necesita dinero ni gran esfuerzo para disfrutarlas. Las sonrisas, la lluvia, las flores, las aves, los abrazos, los besos, los sueños, el amor, usualmente no nos cuestan nada y suelen producirnos deleite, goce. El hecho de levantarse cada día y mirar el alba es un milagro, y a nadie le cuesta un centavo.

Las circunstancias en que nos desenvolvemos cotidianamente influyen de manera positiva o negativa en nuestras vidas. Nuestro hábitat tiene una gran influencia en nosotros, y esto es así porque somos sujetos vulnerables, y lo somos mucho más cuando no estamos preparados para enfrentar esa cotidianidad que a veces está cargada de pesares, de dificultades, de retos. Para poder vivir sin ser abatido hay que estar alerta, tener una consciencia despierta de forma permanente. Recordar que vivir es un reto fácil de superar cuando entendemos cuál es nuestro papel en esto que llamamos vida.

El arte de vivir

Séneca, filósofo romano que vivió a principios de la era cristiana, afirma que el arte de vivir es aprender a morir. Sobre esta frase podríamos escribir varios tratados y nunca terminaríamos de desentrañar toda la sabiduría que encierra. Porque es una verdad irrefutable que el nacimiento  es el inicio del camino hacia la nada. Pero Séneca no está haciendo en esta expresión un elogio de la muerte sino llamando nuestra atención sobre la necesidad de ser felices cotidianamente. Y lo hace recordándonos que nuestras preocupaciones son inútiles y que martirizarse por los problemas del diario vivir es de insensatos. Los problemas sin solución no son problemas y si son problemas tienen solución. En ese mismo orden, debemos recordar que a veces creemos que nuestra situación tocó fondo, que estamos a punto de asfixiarnos. Y se nos olvida que cuando esto sucede es porque solo hay una alternativa: la mejoría.

Al final quiero compartir unas breves ideas que recojo del libro El Poder del Ahora, de Eckhart Tolle: La verdadera salvación (yo pienso que salvación y felicidad son sinónimos) consiste en la liberación del medio, del sufrimiento, de un estado percibido de carencia y de insuficiencia y, por lo tanto, de todo deseo, necesidad, codicia y apego. Es la libertad del pensamiento  compulsivo, de la negatividad, y sobre todo del pasado y el futuro como una necesidad  sicológica.

Al escribir este trabajo he sentido felicidad; espero que todo aquel que lo lea sienta lo mismo.

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