VOLVERA LEONARDO

VOLVERA LEONARDO

Arte y ciencia son formas distintas de conocimiento. Campos diversos de la actividad humana, guardan entre sí notables similitudes y diferencias. Sobre ambos pesan arraigados prejuicios y lugares comunes: la ciencia es objetiva, el arte subjetivo; la ciencia es exacta y precisa, el arte libre y espontáneo. También hay distinciones puntuales: el arte es intuitivo, poético, simbólico, signo; la ciencia es racional, sistemática, exacta, general, verificable y falible. El arte es una forma simbólica de conocimiento (Cassirer); la ciencia un conjunto de conocimientos racionales, verificables y falibles para elaborar construcciones conceptuales del mundo (Bunge).

Arte y ciencia constituyen espacios de saber y de hacer que toman caminos propios. Pero estos caminos se encuentran hoy en un cruce, y este cruce de caminos es tan asombroso como estimulante. Un entrecruce que invita a la aventura, a aprender a investigar pero también a aprender a aprender. La ciencia ha servido de fuente de inspiración al arte. Así lo testimonia el arte de las vanguardias del siglo XX. El surrealismo, por ejemplo, se inspira en el psicoanálisis.

La relación arte-ciencia se conceptualiza hoy desde una perspectiva nueva: el diálogo de saberes. Se trata de propiciar el encuentro dialógico entre arte y ciencia desde la crítica como lenguaje y discurso, explorando las posibilidades de un trabajo común y productivo. Distintos y autónomos, arte y ciencia no son mundos opuestos e inconciliables, como largo tiempo se pensó, sino universos que dialogan críticamente como dialogan todos los saberes humanos. Se reconoce que los distintos saberes particulares no se bastan a sí mismos para explicar todo un conjunto homogéneo de fenómenos, pues necesitan estar en relación con otros saberes. Vivimos en un mundo de saberes interconectados, cada vez más definido por lo interdisciplinario y lo multidisciplinario. Lo que se está gestando realmente es una nueva episteme que desafía nuestras habituales formas de pensar y ver el mundo.
¿Qué vincula hoy a las artes y las ciencias en el vasto campo de la producción de conocimientos, material y espiritual? El vínculo íntimo tiene lugar mediante el lenguaje. Un campo común es la crítica como discurso. La crítica se expresa siempre en lenguaje discursivo. La crítica de arte, por ejemplo, se articula como discurso en torno a un objeto específico llamado obra de arte. Ella puede expresar la relación arte-ciencia por medio del ensayo, que a su vez puede ser crítico, estético y filosófico. El otro campo común es la investigación y el desarrollo. La investigación artística y la investigación científica demuestran ser cada vez más convergentes; comparten hoy una fecunda zona de confluencia. No es casual que la Academia de Hollywood, que cada año otorga los premios Oscar, se llame “Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas”. O que en Valencia exista un complejo arquitectónico llamado “Ciudad de las Artes y las Ciencias”.
Ahora que están en boga los llamados estudios CTS (ciencia-tecnología-sociedad), habría que reconsiderar la relación arte-ciencia agregando un elemento nuevo: la tecnología. En el arte de las primeras décadas del siglo XXI la tecnología ejerce una influencia poderosa. La relación entre arte y tecnología se plantea de manera particular en el fenómeno conocido como las tecnologías de la información y la comunicación (TICS). La relación entre arte y TIC ha dado lugar a lo que se conoce como arte digital: multimedia, net art, pixel art, media art, new media art, video-arte… La creación estética transita hoy por la amplia avenida de las tecnologías digitales; los nuevos medios digitales irrumpen en el mundo del arte, y su uso deliberado y consciente por el artista le abre nuevas rutas creativas. Por un lado, el arte digital replantea la relación entre arte y ciencia, y entre arte y tecnología; por el otro, obliga a repensar en profundidad los supuestos básicos de todo el arte conocido hasta ahora.
En el nuevo contexto cultural de las ciencias, las artes y las humanidades es preciso volver a la humanitas del espíritu renacentista. Hay que volver a Leonardo da Vinci. Más allá de los bestsellers y la moda literaria (pero también en parte gracias a, y no a pesar de, Dan Brown), hay que volver al florentino. Leonardo encarna por antonomasia la figura del artista-científico. “Fue un artista que transfiguró el arte en ciencia”, afirma el historiador Martin Kemp. El arte es ciencia, la ciencia es arte… de algún modo mágico y misterioso. Fantasía e imaginación de un lado; intelecto y raciocinio del otro. Entre ambos, un campo común: la intuición. Intuición certera de que el conocimiento de las leyes de la naturaleza y la comprensión del mundo requieren imaginación.

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