¿Volverán las oscuras golondrinas?

¿Volverán las oscuras golondrinas?

UBI RIVAS
El día once del presente mes de marzo, el presidente de Venezuela, comandante Hugo Chávez Frías, recibía en la casa de gobierno de Miraflores en Caracas, a su parigual iraní, Mohammed Jatami, en su tercera visita a la patria del libertador Simón Bolívar y el ensayo de Chávez de su República Bolivariana de Venezuela. El presidente Chávez, hombre gobernado por la exaltación y el repentismo y también por una clara política de autodeterminación, libre de toda tutela foránea, no economizó halagos para su distinguido visitante, respaldándole a proseguir sus investigaciones nucleares, a lo cual, precisó, todos los países del mundo tienen absoluto y perfecto derecho.

“Teherán y Caracas”, puntualizó el presidente Jatami, “están decididos a ser libres y buscan la unidad de dos pueblos que en vez de la polaridad y el terror, quieren la paz y la seguridad del mundo”.

El comandante Chávez, por su parte, ripostó: “Por toda Sudamérica, por Asia, Africa, Europa, se levanta la bandera del respeto a la autodeterminación de los pueblos, el rechazo rotundo a la pretensión imperialista del gobierno de Estados Unidos de imponerle al mundo su doctrina, su política, sus intereses”.

Ambos gobernantes están correctos en sus planteamientos; únicamente que los confrontan no con China, Rusia, la Unión Europea, sino con la superpotencia unipolar, la Potencia Binaria de que nos refieren las Sagradas Escrituras de la Biblia, la última ante del advenimiento del Armagedón, como la precisa el libro de Revelación.

Es la filosofía original del comandante Fidel Castro, que entre otros pormenores le ha costado a Cuba US$40 mil mm en un criminal bloqueo unilateral de Estados Unidos en 44 de 46 años de revolución.

Es la filosofía política que anima a Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil; a Néstor Kitchner en Argentina, a Lucio Gutiérrez en Ecuador, a Tabaré Vásquez en Uruguay, lo más parecido a los liberales que hicieron coro en la década de los años 50ta. de la última centuria, ante el auge de las dictaduras en esa misma época.

Era la política post-segunda guerra mundial que accionó el presidente Harry Truman y que pisó el acelerador profundo el general Dwight David Eisenhower, que apoltronó en su primera fase a Rafael Leonidas Trujillo aquí, a Manuel Odría en Perú, Alfredo Stroessner en Paraguay, Anastacio Somoza en Nicaragua, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Getulio Vargas en Brasil, Tiburcio Carías Andino en Honduras, Oscar Osorio en El Salvador, Jorge Ubico en Guatemala, José Antonio Remón en Panamá, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, Juan Domingo Perón en Argentina.

Es decir, todos los entonces estados de América eran conducidos por dictadores, con la excepciones de Costa Rica, México con su dictadura de Partido del PRI (67 años de tragedias) y Chile, que no obstante, hubo un intento de dictadura por Carlos Ibáñez del Campo.

Es en esa coyuntura tenebrosa del ejercicio absoluto del poder cuando surge la izquierda moderada que protagonizaron Rómulo Betancourt en Venezuela, José Figueres en Costa Rica, que eliminó las Fuerzas Armadas hasta hoy, Luis Muñoz Marín en Puerto Rico, Ramón Grau San Martín en Cuba, Juan Bosch, exiliado antitrujillista itinerante en Caracas-La Habana/San Juan de Puerto Rico-Ciudad de México, Nueva York, Juan José Arévalo, el autor de Fábula del Tiburón y las sardinas, Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala.

Fue lo que se conoció como el vórtice de la Guerra Fría, período que definió la política de los gobernantes norteamericanos luego de la II Guerra Mundial caracterizada por la obsesión de la seguridad planetaria para el seguro fluir de las riquezas de los países del III mundo para solidificar el trasiego hacia la megalópolis y el centro de poder hegemónico planetario que es Estados Unidos.

Es la política de prevención y contención que anima al complejo militar-industrial de Estados Unidos, uno de los tres centros de poder que completan el Congreso y finalmente el presidente que es un rehén de esos dos poderes.

En estos momentos históricos el mundo es testigo de esos signos repetitivos hegemónicos en que la superpotencia unipolar, ante el avance de las políticas liberales que se estructuran en el traspatio de su centro de poder que es América Latina, reacciona como es su estilo usual, nada nuevo.

Sobre todo, teniendo muy en cuenta que el presidente George Bush Jr., no es el libera a lo estilo JFK, Jimmy Carter o Bill Clinton, vinculado al petróleo por tradición familiar, con una secretaria de Estado en Condoleeza Rice que tiene una licencia de Chevron-Texaco, con un vicepresidente en Dick Cheney ejecutivo de Halliburton, contratista mayor en la reconstrucción de Iraq, post-Saddan Hussein y con un ministro de Defensa en Donald Rumsfeld igualmente vinculado a sórdidos negocios en ejercicio de sus facultades oficiales.

Es ante todo ese fárrago de realidades incuestionables que inquieta la reflexión si en verdad no estamos en el preámbulo, en el dintel, donde en un momento imprevisto, aunque presentido, podamos observar consternados, el retorno de las oscuras golondrinas que oscurecieron el firmamento latinoamericano en la década de los años 50ta., de la última centuria, plagados de hombres fuertes de uniforme, que sin el chistar de consensos, con sólo fruncir el truño, todo queda bajo absoluto control, sin disidencia posible…

La pax de los cementerios, como una consecuencia de la cultura del miedo, de la filosofía del terror, prótesis de la superpotencia unipolar para concretizar su dominio planetario, para lo cual siempre disponen de obsequiosos lacayos indígenas.

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