Vorágine

Vorágine

Una serie de acontecimientos audaces, brutales y repudiables ha desbordado la capacidad de asombro de esta sociedad.

Contribuye a ese estado de ánimo la frecuencia de los sucesos, su diversidad asombrosa, y lo que más preocupa: la aparente impunidad que ampara mayormente a sus autores.

Hay una abundancia saturante de asaltos cuyas características van desde los más audaces hasta los más toscos; desde el saqueo de sumas millonarias hasta el arrebato de prendas de poco valor.

Por igual, los actos de este tipo se producen tanto en exclusivos residenciales como en marginados y hacinantes barriadas.

Como en los peores tiempos, cuando la causa de la violencia se disfrazaba de política, en esta época se mata a policías y militares para despojarlos de armas y vehículos.

Todo esto desborda la capacidad de asombro de la sociedad. Es más, con todo y los esfuerzos que se hacen para tratar de garantizar seguridad ciudadana, los actos criminosos han logrado desbordar la capacidad de las autoridades.

 

-II-

En cualquier lugar del país se producen diariamente actos de despojo con armas de por medio. Entre las víctimas de estas acciones, las menos desafortunadas son despojadas de propiedades sin lesiones físicas. En el peor de los casos, la muerte de la presa antecede al despojo.

En la calle la gente mira con reserva a todo desconocido que se le aproxime, y esta actitud se aguza aún más cuando se trata de dos personas en motocicleta.

La falta de seguridad ciudadana es tal, que ha hecho disminuir la actividad nocturna de centros de sana diversión. Los beneficiarios de este repliegue son los negocios de reputación dudosa, a los cuales acude gente capaz de cualquier cosa.

Los éxitos de las autoridades en materia de combate de la delincuencia son notables donde se ha establecido el operativo Barrio Seguro. Fuera de allí otro gallo es el que canta.

 

-III-

Para empeorar el cuadro, parece que estamos en un período de repunte de otro tipo de violencia.

Los arrebatos pasionales, que degeneran en sucesos tan dolorosos como la muerte de una mujer, dos niños y el suicidio del guardián que les mató, se suman al panorama general de violencia que está caracterizando la vida de nuestra sociedad.

Y se repite con este suceso el caso de las múltiples querellas presentadas por la mujer que se sentía amenazada, y la desatención o falta de adecuado seguimiento que se detecta a juzgar por la consumación dramática de la amenaza de muerte.

También se ha atentado de manera horrorosa contra la vida de una niñita de apenas cuatro años.

Sumemos a eso la mala reputación de algunas decisiones cuando se ha pretendido castigar algún comportamiento amoral en perjuicio de esta sociedad.

Hay sobrados razones para haber perdido la capacidad de asombro, y lo peor es que nadie parece en condiciones de ponerle un alto a esta vorágine de descomposición.

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