Votemos todos: Por un futuro mejor

Votemos todos: Por un futuro mejor

Tanto en nuestras expectativas, como en nuestros análisis, ha faltado profundidad, y han faltado variables. Y a los planes estratégicos les han faltado salidas.

Los extranjeros dicen que somos afables… ¡buenos todos! Las relaciones interpersonales en clases medias, urbanas y rurales, han alimentado el sistema clientelar y particularista; nuestras relaciones primarias y afectivas atraviesan los estratos y las razas, produciendo patrones de afecto y solidaridad que dificultan la disciplina administrativa e institucional del Estado; y desvirtúan las relaciones obrero-patronales (más de 70% de las empresas son familiares e informales).

La afectividad, real o simulada, alimenta la informalidad, que es criadero de clientelismo, y de la corrupción e impunidad.

Se nos hace difícil expresar, de manera personal y abierta, cualquier tipo de desaprobación y rechazo a presentes y pasados delincuentes públicos. Los condenamos a distancia; cara a cara no estamos capacitados emocionalmente (ni cristianamente) para expresarles desaprobación o rechazo. Muchos restaurantes, clubes privados, salas y espacios públicos (y no pocos templos) están llenos de infractores. Sin negar que suele tratarse de personas agradables, de modales y costumbres correctos.

Nuestra idiosincrasia, costumbres y valores relacionales suelen mediatizar mejores soluciones socio-políticas. Los mismos individuos reenganchan en el nuevo gobierno. Balaguer fue expulsado vergonzosamente, para luego retornar triunfante. De “muñeco de papel” pasó a “zorro estadista”; de afeminado, a diestro en aventuras amorosas subrepticias (que muchos celebraban por lo bajo).
Hemos parido soluciones inefables: consejos de Estado, gobiernos de transición, gobiernos socializantes abortados, o democráticos sin mayores logros que mostrar. Gobiernos truncos: dos años tú y dos años yo, que no se cumplieron; gobernantes legítimos, razonablemente buenos, terminaron en suicidio o cárcel. Hombres tenidos por serios se han burlado de sus propias promesas. Mientras funcionarios desacreditados alardean de lo que ellos y todos sabemos que no hacen ni harán jamás.

Deberíamos alguna vez examinar esas idiosincrasias, idioteces, o chabacanerías nuestras. Y tratar de averiguar realmente quiénes somos; si existe alguna raíz valiosa de identidad y moral social (que la hay). O si entregarnos al eterno retorno de la estupidez y la desvergüenza; esperando a Godot, a los americanos, o a los chinos. O esperar que una pandemia, o una doña Rosita, produzcan o inventen un follón que nos acaben de desconcertar a todos, o nos asfixie para siempre.

El modelo internacional globalizado proseguirá inexorable recreando aporías en nuestra sociedad: los pobres difícilmente sacarán la cabeza del trabajo abyecto y la delincuencia; las supuestas o reales bonhomía y caridad cristiana de las clases medias no resolverán el modelo.
Debemos buscar soluciones que no están en los libros ni en las cátedras de marxismo, derecho o catecismo.

Quiera Dios que la salida no provenga de espasmos implosivos, autodestructivos de valores y calidad de vida; que nos sumergirían más y más en lo mismo.
El modelo globalizante, como esperan algunos, permitiría posiblemente la transparencia de solo determinadas esferas administrativas, pero no superará el inconsecuente e inconducente modelo actual.

Votemos todos en pos de mejores soluciones. Evitemos pedos cíclicos que ni siquiera nos permitan reírnos de nosotros mismos.

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