Voto bueno y valido

Voto bueno y valido

Darío Meléndez
La democracia que se estableció en Atenas, la cual simulan copiar los políticos contemporáneos, no era el desorden populista que se practica hoy día. El populismo, al cual se han dado en llamar democracia representativo, no es más que desfachatez desordenada, carnaval de borrachos. El destino de una sociedad no puede estar en manos irresponsables, sólo tienen conciencia de sus deberes y derechos están autorizados a opinar y dirigir el destino de una nación, los parias y desaprensivos no tienen derecho alguno a elegir ni ser elegidos a cargos de dirección nacional.

El voto de un paria no se puede equiparar al de una persona útil a la sociedad, no porque el desarrapado sea pobre; hay pobres, especialmente entre religiosos, cuyo voto aporta a la sociedad más peso específico que el de un presidente. El voto de Sócrates -pobre de solemnidad, que a la hora de su muerte no tenía un gallo que le debía a un vecino- aportó más valor moral, estabilidad y riqueza a Grecia que el de Pericles y su Siglo de Oro, aún cuando la historia así no lo reconozca. La muerte de Luis XVI fue más lastimosa y desoladora, causó más arrepentimiento en Francia que la de Robespierre.

La democracia representativa es un desorden populista que ha conducido esta nación y la mayoría de las naciones del mundo a la miseria y al permanente endeudamiento. Ha de aplicarse la democracia para alcanzar la paz y el bienestar que corresponde, para que sea útil a la sociedad y ofrezca a las futuras generaciones la tranquilidad, seguridad y los bienes que sus progenitores están en la obligación de garantizarle.

Así como en Estados Unidos no todos los Estados de la Unión tienen igual derecho al voto común, en una sociedad que se respete no todos los ciudadanos tienen el mismo derecho al voto. El voto de un irresponsable, desordenado y delincuente, no puede ser igual al de un médico consagrado a su sacerdocio, ni al de un obrero laborioso y cumplidor que no falta a sus derechos y realiza, con dedicación y esmero sus tareas.

Ya el populismo ha ocasionado y sigue ocasionante mucho daño al mundo, basta observar lo que ha ocurrido en Rusia, en China, lo que ocurre en Cuba, Venezuela y muchas partes sumidas en la intranquilidad que ocasiona el abuso gubernamental, impuesto por una mayoría irresponsable, con escandalosos crímenes y hasta genocidios, como han ocurrido en Ruanda, Yugoeslavia y demás regiones donde el populismo ha sentado sus reales. El lío en que se encuentra inmerso Estados Unidos en el Oriente Medio, es consecuencia del populismo democrático, las personas sensatas no votaron por ese gobierno y el mundo sufre las barbaridades de un régimen populista, que no repara en el daño que hace a su nación y a la humanidad.

Las personas responsables tienen que hacer sentir su peso específico en todas las sociedad, reclamar el voto democrático a base de reconocimientos morales y materiales, reclamar el voto democrático a base de reconocimientos morales y materiales, el voto no puede ser igualito, cada persona tiene acciones o derechos adquiridos en la sociedad que constituye, conforme a sus aportes que hace a ella, no por la riqueza material que aporta -aunque la misma tiene su innegable valor en todo el mundo- también le corresponden votos, para decidir el destino de su vida y de sus semejantes, conforme a los valores morales que aporta. Hoy, si viviera, Sócrates fuera el mentor de su amada Grecia, que reconoce el error de haberle obligado a envenenarse por mezquinos intereses políticos, de los cuales toda sociedad debe cuidarse.

El voto popular debe abolirse, quien desee tener derecho en el destino de su nación ha de mostrar aportes unánimemente reconocidos, no ostentosas simulaciones, huera retórica ni mezquinas fullerías, para apoderarse del tesoro estatal.

Ciertamente, es una tarea ardua y difícil desarraigar de las mayorías el populismo que tanto entusiasma y alucina; no obstante, si queremos bienestar debemos buscarle en el uso del raciocinio, no en las ilusiones de una borrachera electoralista, ni en un costumbrismo malsano. El populismo y su democracia representativa -aunque así lo imponga la primera potencia mundial- es dañino, sus inicuos efectos han quedado demostrado con los múltiples problemas que las sociedad sufren. Se impone una reflexión que conduzca al progreso y la tranquilidad a que la humanidad tiene derecho en su paso por la vida.

El voto democrático, para ser realmente democrático, ha de estar representado por el valor moral y material que contenga, valor que la sociedad reconozca y admita como bueno y válido.

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