Voto preferencial: ¿candidatos o partidos?

Voto preferencial: ¿candidatos o partidos?

El voto preferencial se efectuó por primera vez mediante disposición de la Junta Central Electoral en las elecciones congresionales-municipales de 2002 para la selección de diputados.

El propósito es otorgar mayor poder de selección al electorado, de manera que los funcionarios se sientan más comprometidos con sus electores, que con las directrices de sus partidos.

Al igual que ocurrió previo a las elecciones de 2006, actualmente se debaten las ventajas y desventajas del voto preferencial.

Lo primero que debe tenerse en cuenta es que todo dispositivo electoral tiene méritos y deméritos. La tarea consiste en sopesar lo bueno y lo malo para discernir qué conviene. Veamos.

Los candidatos que representan la ciudadanía en instancias colectivas de gobierno, como es el caso del Congreso, pueden presentarse en listas cerradas o abiertas.

En las listas cerradas, se presenta un número específico de candidatos en un orden preestablecido por el partido que los nomina. El electorado vota por el partido, no por los candidatos individuales.

En el caso de los diputados, que se eligen por la proporcionalidad del voto que recibe cada partido, la cantidad de candidatos electos varía en función del total de votos obtenidos por partido, mientras el orden en que son elegidos queda determinado por el lugar que cada candidato ocupa en la lista.

La ventaja principal de las listas cerradas es que una vez establecida no hay competitividad entre los candidatos del mismo partido. La ciudadanía vota por el partido, no por los candidatos específicos que han sido nominados.

Como resultado, todos los candidatos trabajan para maximizar el número de votos que obtendrá su partido, de manera que salga la mayor cantidad de candidatos en la lista de esa organización.

La desventaja principal de las listas cerradas es que el electorado no tiene posibilidad de modificar el orden preestablecido de los candidatos en la boleta.

Esta desventaja motivó en el 2002 la introducción del voto preferencial, o sistema de listas abiertas, que otorga más poder al electorado en la selección de los candidatos, y reduce ligeramente el poder de los partidos en la asignación de escaños.

Pero el voto preferencial tiene también sus problemas. Intensifica las confrontaciones entre los candidatos del mismo partido en la campaña, pudiendo debilitar la organización partidaria; aumenta el costo de las campañas porque cada candidato, aún los del mismo partido, tiene que conducir su propia campaña; y coloca a los candidatos más vulnerables en una situación aún más desventajosa.

En el caso de las mujeres, por ejemplo, el voto preferencial neutraliza el efecto de la cuota femenina porque todos los candidatos de un mismo partido tienen que competir frente al electorado. En estas circunstancias, los candidatos con más recursos económicos y mayor aceptación cultural, como es el caso de los hombres, tienden a prevalecer.

Dentro de la concepción individualizada de la política, que parte del supuesto de que los elegidos gobernarán mejor si responden directamente a la ciudadanía en vez de a sus partidos, el sistema de voto preferencial se considera superior.

Pero no existe evidencia empírica confiable que demuestre que los agentes políticos individuales (candidatos) sean necesariamente más responsables ante la ciudadanía porque hayan sido elegidos por voto preferencial.

Además, aún la población pueda determinar con su voto el orden de los candidatos electos, ellos son inicialmente nominados por los partidos.

La decisión de mantener o no el voto preferencial para la elección de diputados en la República Dominicana radica pues en determinar con cuáles ventajas y desventajas se desea convivir.

Si se quiere disminuir ligeramente el poder de los partidos, el voto preferencial es mejor. Pero si se busca mayor cohesión partidaria y menor dispersión en los gastos de campaña, entonces las listas cerradas son mejores.

Lo peor, y es lo que ocurre en República Dominicana, es cambiar constantemente el sistema electoral con la supuesta esperanza de mejorar así la democracia.

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