Voto preferencial vs. partidos políticos

Voto preferencial vs. partidos políticos

Otra vez el voto preferencial está en el tapete. Ahora es el presidente de la Cámara Administrativa de la Junta Central Electoral (JCE) Dr. Roberto Rosario, quien aboga por su desaparición para los comicios de medio término a efectuarse el 16 de mayo del 2010, si es que la reforma constitucional que descansa en el Congreso Nacional no estipula otra cosa.

Lo cierto es que el voto preferencial constituye un lujo de la débil democracia dominicana. Aunque tiene intenciones bondadosas, ya que permite que los votantes puedan escoger directamente a sus representantes disminuyendo la capacidad de maniobra de los partidos políticos, la práctica en el país demuestra que ha sido utilizado para debilitar el sistema de partidos.

Es un hecho comprobado que el nivel de desarrollo de la sociedad está vinculado al fortalecimiento de sus instituciones. No puede haber democracia fuerte en países con instituciones débiles. Para consolidar la democracia primero hay que fortalecer las instituciones que la hacen posible, y entre ellas los partidos políticos son determinantes. Es de los partidos políticos que surgen la mayoría de funcionarios que dirigen el gobierno y otras instancias del Estado, por tanto si estos son débiles, sus dirigentes irán a esos espacios de poder con lagunas que se trasformarán en malas prácticas públicas y será la ciudadanía quien terminará pagando esa debilidad institucional.

El voto preferencial prioriza al individuo por encima del partido. Primero se debe abogar por el fortalecimiento del sistema de partidos políticos antes de magnificar personalismos individuales. No son individuos particulares los que construyen el fortalecimiento democrático de una nación, son las distintas instituciones que la conforman.

El voto preferencial desata una lógica fratricida y perversa en cada partido, ya que cada candidato al necesitar ganar más voto que los compañeros de su propio partido, porque necesitan diferenciarse uno al otro, termina desarrollando una competencia interna donde lo que debería imperar es la colaboración. Cada candidato debe hacer lo que sea para terminar llamando la atención en un mar de candidaturas, y es en ese punto donde entran las prácticas desleales contra sus propios compañeros de partido, es el punto donde el clientelismo empieza a auspiciar candidaturas que no siempre representan las mejores opciones.

Cada candidato sacrifica lo común del discurso partidario para dar paso al particular y demagógico de cada aspirante, enarbolando virtudes particulares y ofreciendo cosas que difícilmente cumplirá. Cada candidato depende más de sí mismo que de su partido para ser electo, por lo que obliga a tener base organizacional propia, originando un fraccionalismo que en nada beneficia al partido que lo postula, y lo que es peor aún, una vez electo siente más compromiso con la base que lo apoyó que con el partido que lo postula, y lo que es peor aún, una vez electo siente más compromiso con la base que lo apoyó que con el partido que lo asumió, generando de esta forma el debilitamiento institucional partidario. Algunos incluso dan paso a lo que se conoce como “patrimonialismo electoral”, en el que los elegidos creen que los votos obtenidos le pertenecen a él y no al partido.

El voto preferencial acentúa el protagonismo de los líderes políticos en detrimento de la organización partidaria, llegando a generar en ocasiones “caciques”, “caudillos”, “jefes”, que se consideran así mismos por encima de la institución, degenerando su accionar en el transfuguismo mercantil bochornoso de la política criolla o en la escisión debilitadora de la unidad partidaria. Incentiva a los candidatos con buen respaldo económico en detrimento del principio de equidad que debe regir en toda organización política. Abre la puerta a la posibilidad de financiamiento de candidaturas con recursos cuyo origen puede estar relacionado con actividades reñidas con la ley, dando paso a “representantes” de capitales no sanctus.

Si queremos una democracia efectiva al ser vicio de la ciudadanía, necesitamos que los partidos políticos que la sostienen se fortalezcan. El voto preferencial lo que logra es debilitarlos, por tanto es atinada la propuesta del Dr. Roberto Rosario para que en el año 2010 se utilice otro mecanismo distinto de elección para escoger a senadores y diputados.

Quienes propugnan abierta y encubiertamente por el debilitamiento de los partidos políticos no creen en la democracia, se sirven de ella para dar riendas sueltas a sus ambiciones individuales desproporcionadas. Los que creen que no necesitan de los partidos políticos una vez lo utilizan para alcanzar posiciones electivas, tampoco creen en la democracia como el sistema por excelencia para alcanzar niveles de plenitud social, económica y política.

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