Votos balagueristas y elecciones

Votos balagueristas y elecciones

ROSARIO ESPINAL
rosares@hotmail.com
En las elecciones del 16 de mayo del año 2000, en el ocaso de su vida, Joaquín Balaguer obtuvo alrededor del 25% de los votos. En algunas elecciones anteriores, como las de 1986 y 1994, obtuvo algo más de 40% y ganó, con o sin fraude, con una mayoría simple.

A mediados del año 2002, cuando Balaguer falleció, dejó un partido de débil estructuración, líderes enfrentados por el control de la organización, ninguno señalado por el caudillo como sucesor, y una pléyade de dirigentes y activistas deseosos de volver al poder para disfrutar los beneficios.

Antes de cumplirse el segundo aniversario de la muerte de Balaguer, el Partido Reformista se había dividido por disputas con la selección del candidato presidencial para la contienda de mayo 2004.

Los principales dirigentes reformistas derrotados apostaron por la candidatura de Leonel Fernández y pocos meses después estaban en el tren gubernamental.

Paralelamente, los votantes balagueristas hicieron sus apuestas. Ante un Partido Reformista en lucha intestina, se refugiaron en el PLD. De ahí la caída estrepitosa del PRSC en las elecciones presidenciales de 2004, cuando sólo alcanzó 9% de los votos.

Es decir, en las elecciones de 2004 se produjo un éxodo de dirigentes y votantes del Partido Reformista al PLD.

Igual ocurrió en las elecciones congresionales municipales de 2006. Varios dirigentes reformistas descontentos con la alianza PRSC-PRD, emigraron al PLD y la distribución porcentual de votos entre el PLD, PRD y PRSC fue similar al 2004.

En meses recientes, las principales encuestas de pronóstico electoral muestran que la distribución porcentual de preferencias entre los tres partidos es similar a la de 2004 y 2006.

El PLD encabeza con un porcentaje cercano a 50%, el PRD mantiene alrededor del 30-35% y el Reformista ha variado un poco en función de los efectos mediáticos del inicio de la campaña de Amable Aristy.

Para transformar estas tendencias porcentuales no es suficiente que la gente sienta que su situación económica está peor, o que al gobierno se le acuse de actos de corrupción, como asume la campaña del PRD.

Un asunto fundamental es que los antiguos votantes balagueristas que se han alojado en el PLD desde el 2004 emigren a otro lugar. Pero la posibilidad de que esto ocurra en el futuro cercano es escasa porque no tienen dónde migrar.

La llamada masa silente que apoyó el proyecto político balaguerista no está compuesta por los conocidos activistas que buscan prebendas, sino por un amplio segmento conservador de la sociedad dominicana que favorece la estabilidad política y económica.

Este segmento electoral ha sido históricamente anti perredeísta, razón por la cual la «Alianza Rosada», como planteé en su momento, tenía pocas posibilidades de prosperar.

Además, los balagueristas veneraban las dotes intelectuales de su caudillo, razón por la cual, Amable Aristy no representa una alternativa atractiva para ellos.

En términos electorales, el PLD es un partido residual. A diferencia del Partido Reformista y del PRD que en sus orígenes fueron partidos de masa, el PLD era de cuadros.

Por eso, desde la transición de 1978, ha tenido que ir aglutinando segmentos electorales en base al fracaso de los otros partidos.

Su ascenso electoral en 1986 y 1990 se debió al debilitamiento del PRD; su ascenso en 1996, 2004 y 2006 al debilitamiento del PRSC.

En las elecciones de 2008, la desestructuración del Reformista seguirá jugando un papel importante a favor del candidato del PLD, sobre todo, porque los ex balagueristas no tienen otra alternativa electoral que les ofrezca lo que desean: moderación, estabilidad e intelecto.

En general, se puede plantear que el electorado dominicano está actualmente en mutación, y los cambios probablemente se agudicen después de las elecciones presidenciales de este año.

Por el momento, Leonel Fernández se enfoca con ahínco en mantener el apoyo de los votantes balagueristas que le han permitido en tres ocasiones anteriores articular una mayoría electoral para el triunfo.

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