Vuelta a la anormalidad

Vuelta a la anormalidad

Concluida la parte más traumática del proceso electoral –el escrutinio de los  votos y la divulgación de los resultados- el país parece encaminarse a su «normalidad».

Es decir, de la acostumbrada anormalidad del proceso electoral, en medio del cual jamás dos + dos suman cuatro, estamos retornando a la «normalidad» de la violencia criminal que se ha convertido en modus vivendi de los ciudadanos de este país.

Los asaltos callejeros a mano armada no discriminan víctimas. Lo mismo da arremeter contra un negocio que contra la secretaria de un director de periódico.

Estamos volviendo a la «normalidad» del asesinato de policías y militares, para despojarlos de armas o pertenencias, o sencillamente para quitarlos de en medio por cualquier rencilla.

O a casos como el de un chofer que mató a un cabo del Ejército Nacional por un simple problema de tránsito.

-II-

Lo penoso es que hemos convertido en estatus de normalidad acontecimientos que riñen contra la convivencia armoniosa de la sociedad.

Ya pocos conciben una campaña electoral sin agresiones, físicas o verbales o de ambas índoles a la vez. Ya nos hemos acostumbrado a que se nos ponga en zozobra por medio del escamoteo de los resultados electorales, de la paralización antojadiza del conteo en colegios electorales.

Del mismo modo, parece corresponderse con un estatus de normalidad el hecho de que haya una merma enorme en la seguridad ciudadana y que hayamos perdido la capacidad de asombro ante actos que van desde la simple ratería para hurtar piezas de poca monta, hasta el secuestro de una niña de nueve años para demandar rescate de un cuarto de millón de dólares.

-III-

La sociedad necesita que las autoridades reviertan  estos estados de «normalidad» caracterizados por sobresaltos electorales y actos criminosos aterradores. No puede ser que nos hayamos resignado, por miedo o lo que sea, a vivir permanentemente asustadizos, suspicaces, o «chivos», para usar una voz popular que define de manera muy pintoresca el sobresalto de los dominicanos.

Pero no es solo atentados homicidas y secuestro, así como la «normalidad» del circo electoral. También se manifiesta nuestra normalidad por  medio de alzas bruscas e inexplicables de productos muy sensibles, de gran demanda para el progreso del país.

No puede ser que entreguemos en una especie de trueque nuestra normalidad de paz, tranquilidad y respeto, a cambio de esta «normalidad» caracterizada por violencia y criminalidad.

Reclamamos, a nombre de la sociedad, que las autoridades de todas las esferas del Estado y los liderazgos de la sociedad civil se pongan a una en el propósito de revertir este estado de «normalidad» a que nos estamos acostumbrando.

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