Vuelve la magia de Cascanueces

Vuelve la magia de Cascanueces

Después de cuatro años fuera de sus escenarios, vuelve la magia de Cascanueces al Teatro Nacional.  Este famoso ballet, basado en la versión de Alejandro Dumas sobre el cuento de E.T.A. Hoffmann, “El Cascanueces y el Rey de los ratones”,   ha tenido infinidad de versiones y ópticas según el coreógrafo, constituyéndose en una de las obras maestras de la danza clásica,  por su música, de las más hermosas de Tchaikovski para ballet, por su historia, a partir del libreto de Petipa, y por la recreación coreográfica  de Lev Ivanov.

Los cambios  introducidos en el ballet no alteran la esencia de la fábula, su mundo ideal, de belleza y bondad, no necesita un significado lógico, es una fantasía, y sus personajes no interiorizan la parte psicológica de los creados por  Hoffman, se limitan a recrear el cuento, excusa excelente para la danza, y es que en el ballet clásico el elemento esencial es el movimiento en sí mismo, el espectáculo visual,  y no la historia.

Carlos Veitía

Con muchos Cascanueces en su haber, con bailarines profesionales del Ballet Nacional, y no profesionales de distintas academias, de nuevo  pone su creatividad a prueba, con buenos resultados desde el punto de vista estético.

No impacta

La fiesta del primer acto recrea el ambiente, vestuarios y escenografía apropiada; la llegada de Drosselmeyer, evocador de magias –Luis Marcell Ricart–, no impacta. El vestuario multicolor resta misterio al enigmático personaje, que al igual que los demás posee una clara duplicidad.

Los muñecos

Arlequín, Colombina y Pierrot, personajes de la Comedia del Arte, si bien poco ortodoxos, se lucen en sus interpretaciones.  Clara –o Marie–, la niña, cae en su sueño-deseo, en el que ha crecido y ve en el feo juguete al príncipe que la amará.

Detalles.  De la mano de Drosselmeyer, Clara inicia su periplo onírico. La escena del rompimiento mágico es la mejor lograda, el árbol crece, todo cambia.

La batalla entre ratones y los pocos soldados carece de energía.

El baile de las nieves y sus copos efímeros, impersonales, con características de ballet blanco, demanda un clasicismo extremo manifestado por los bailarines, la hermosa alegoría del invierno es el mejor momento coreográfico.

Cascanueces-príncipe y Clara, se integran, el blanco de Cascanueces hasta ahora poco atractivo visualmente, aquí logra cohesionarse. Los bailes de carácter logran buenos resultados, especialmente el árabe, con la delicada figura de Alba López, emergiendo de una grotesca olla. La riqueza de Cascanueces, se impone como el más bello espectáculo de Navidad.

Zoom

Bailarines

En los roles principales

Lisbeth Piedra –hada del azúcar- y Maikel Acosta, inician el clásico “pas de deux” con pequeños desbalances, luego se crecen en sus variaciones. Maikel Acosta, buen bailarín, carece de los atributos del bailarín noble para representar al príncipe, y en Cascanueces, la gigante cabeza lo hace lucir desproporcionado. La riqueza de Cascanueces se sigue imponiendo como tradición navideña.

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