Vulnerabilidad

Vulnerabilidad

La investigación sobre la muerte por asfixia de veinticinco inmigrantes ilega les haitianos dentro de un camión cerrado ha permitido a los mandos militares confirmar la fragilidad de los controles en nuestra frontera.

Los resultados obtenidos hasta el momento y los que serán obtenidos gracias a la disposición del Presidente Leonel Fernández, de que sean continuadas las indagaciones sobre ese suceso, permitirán, si ese es el propósito, diseñar dispositivos de vigilancia y control más efectivos que los actuales.

Un secreto a voces era el bajo precio de la integridad de algunos soldados, que por poca monta franquean el paso a traficantes de indocumentados, como ha ocurrido en el caso que nos ocupa. No pretendemos que nuestros soldados sean santos, pero tampoco podemos evadir esta realidad.

-II-

El hecho de que el Gobierno haitiano no esté en condiciones de garantizar el orden interno es el principal obstáculo que imposibilita la articulación de programas comunes de protección fronteriza, entre otros.

Por tanto, esa circunstancia, asociada al hecho real de que el flujo migratorio se da mayoritariamente de Haití hacia nuestro territorio, pone sobre los hombros de las autoridades dominicanas la tarea de controlar unilateralmente los movimientos por la frontera.

Lamentablemente, los complementos haitianos de las bandas de tráfico de indocumentados están fuera de control, no hay medios represivos que los persigan y se fortalecen cada día más.

La represión de estos grupos solo podría darse del lado dominicano, y querrámoslo o no, es la tarea que nos corresponde permanentemente, no sólo cuando el Presidente disponga que continúe una indagación que sus realizadores ya daban por terminada.

Quienes afirman que el problema haitiano es inevitablemente nuestro tienen toda la razón. El flujo migratorio furtivo casi unidireccional, de Oeste a Oeste, es una importación indeseada del problema haitiano que tenemos que enfrentar.

-III-

Sabemos que ningún país, por muchos recursos que tenga, puede sellar herméticamente su frontera, y ejemplos de muestra hay de sobra. Sin embargo, debemos pretender que nuestra divisoria no sea tan vulnerable a sobornos de poca cuantía, como ha sido por mucho tiempo, aunque solo se note cuando grandes tragedias, como la pérdida de veinticinco vidas, provocan tanto ruido que es imposible hacerse los sordos.

La frecuente prédica de que «la frontera está controlada» queda en entredicho con casos como el que comentamos. Lo peor es que si la integridad es sobornable con tan poca cuantía para franquear el paso de un camión cerrado lleno de indocumentados, cómo podría resistirse a la rica voluntad del tráfico de drogas, armas o lo que sea. Definitivamente, hay que asumir la responsabilidad de hacer que la integridad de nuestra vigilancia fronteriza sea menos vulnerable.

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