MADRID, España.- Hay que carecer de sensibilidad humana para no conmoverse con las tristes imágenes de Haití, azotada por el huracán Matthew, que muestran, una vez más, lo vulnerable que es ante la presencia de cualquier fenómeno de la naturaleza, y la extrema pobreza en la que vive el ochenta por ciento de su población, que ni siquiera tiene resguardos públicos donde refugiarse de los embates ciclónicos que deben enfrentar cada cierto tiempo.
La realidad actual de Haití es mostrada constantemente en los medios televisivos de este país. Según los presentadores de los informativos, este es el país más pobre del planeta Tierra, no de América, como siempre se ha dicho, es decir, está por debajo de otros ubicados en África, parte de Asia, etcétera.
Es justo con ese país tan pobre, con el que compartimos los dominicanos la isla y una serie de pesares que aquejan a sus habitantes cuyas vidas cotidianas, lamentablemente, se desarrollan en ambientes donde la miseria los arropa, sin que se perciba en el horizonte una acción internacional, alejada de la limosna, que ayude con un desarrollo real que les permita avanzar en todos los aspectos, alejados del círculo vicioso de la gran pobreza.
Pero la realidad es que las instituciones internacionales y los países poderosos sólo se acuerdan de Haití, o de cualquier otro país similar, cuando se producen en esas tierras desastres de cualquier género, entonces llegan las donaciones que finalmente no resuelven nada, todo momentáneo, pues las soluciones a tomar son de otro tipo, permanentes, que ayuden a romper el pacto con la miseria, la ignorancia, la falta de sanidad, educación y otros asuntos más.
Haití tiene lugares hermosos, montañas, playas que pueden abrirle las puertas al turismo internacional que ha sacado de problemas económicos a varios países, incluyendo España, quebrada luego de la Guerra Civil, y que hoy día recibe anualmente un promedio de setenta millones de visitantes.
La misma República Dominicana, y Cuba han encontrado en su “industria sin chimeneas”, el turismo, una fuente económica de mucha importancia. Haití puede convertirse en un país de servicios y aminorar la pobreza extrema, pero necesita ayuda internacional para lograr la base principal, que es la estabilidad política, la seguridad del visitante, salud, educación, higiene, y otros asuntos, como un cierto primitivismo que les lleva a creencias oscuras, que ahondan más la ignorancia de un alto número de haitianos.