Wall-E

<P>Wall-E</P>

Esta producción de dibujos animados de los estudios Pixar de Disney, tiene muchas cosas para adultos; yo diría que para “muy adultos”. Es subversión absoluta para la conciencia; es revelación  y documento admonitorio.

Se había dicho que después del Armagedón nuclear solamente sobrevivirían las ratas y las cucarachas; Wall-E nos revela que solamente las cucarachas y los “esclavos técnicos” (en este caso las súper-computadoras con autonomía de hardwares y/o pensamiento propio) quedarán reinando.

Esta obra maestra muestra que los sobrevivientes estarían en “cruceros espaciales”  con todo automatizado, con un gasto mínimo de calorías, presas del sedentarismo grave, con obesidades mórbidas generalizadas y placeres a granel, todo artificial virtual o computarizado, en sillas de ruedas para todo, en un verdadero imperio de la grasa, con una humanidad compuesta por gordiflones. Pero lo más notorio de esta cinta magistral es la visión futurista de la inmersión de la civilización en un ambiente incontrolable de desechos, sin espacio para vivir, respirar o moverse porque la basura lo ha arropado todo y no hay donde colocarla ni siquiera  para reciclaje.

Wall-E y Eva son los héroes que encuentran una señal de nueva habitabilidad en el planeta para llevarla al crucero de sobrevivientes: una planta, algo verde, que prueba la reaparición del oxígeno, la clorofila y la vida que necesita el mundo. Fue un acto de precisión y de justicia darle el Oscar y yo le hubiese dado con mucho orgullo El Casandra, no por el hermoso y romántico baile espacial de Eva y Wall-E, sino también porque aquí sí hay basura mi hermano, también hay mucha gente que cree que las computadoras son solución en un país de apagones y aparecen glotones que entienden que verse como un cerdito es estar en salud.

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