Wall Street y la mano invisible

Wall Street y la mano invisible

La crisis financiera que sacude los cimientos del capitalismo mundial, constituye un duro golpe al credo neoliberal que como pensamiento único ha dominado la economía global desde la década del setenta, cuando llegó a su fin la “era dorada capitalista” con el crack petrolero.

Impulsados por Hayek con su Camino de Servidumbre (1944) y por Milton Friedman, padre de la escuela monetarista neoclásica, los apóstoles del Dios mercado han impuesto su mandamiento fundamental: nada de intervención estatal en los asuntos de la economía; las crisis inflacionarias, monetarias, productivas, financieras, son resueltas por los mecanismos creados por el propio mercado. La “mano invisible” de Adam Smith guía la codicia o interés particular de manera tal que termina aprovechando a la sociedad. ¡Qué viva el interés privado que ya se beneficiará el colectivo!

Wall Street expresado en las quiebras de Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers y la Aseguradora AIG, ha llevado al gobierno de los EEUU a proponer un plan de rescate por 700 mil millones de dólares que sumados a las recientes intervenciones de la Reserva Federal rondan el billón, el cual será pagado no solo por el contribuyente norteamericano, sino por la población mundial, dado el impacto de esta crisis en la economía global.

Los neoconservadores, después de resistirse a regulaciones eficaces en el sistema financiero, hoy claman por la intervención del Estado. Bush ha dicho que “la intervención en los mercados no solo está justificada, es esencial”, rescatando del olvido y sin sonrojarse a Keynes, vituperado por la secta neoliberal.

La inmoralidad de los neoliberales y antireguladores norteamericanos reside en que reclaman la intervención estatal cuando se trata de proteger los grandes intereses corporativos tal y como señalara a la BBC el profesor Benjamín Barber: “Actualmente vivimos en una nueva era de socialismo, donde se socializa el riesgo y se privatizan las ganancias”, “Hemos vivido 30 años de neoliberalismo en el mercado, que significa déjenos ganar y ayúdenos cuando nos va mal”.

La crisis tiene un marco estructural que los hacedores de políticas públicas en los EEUU no quieren reconocer: sus raíces son profundas y ha estado alimentada por la irresponsabilidad de los reguladores de la FED o Banco Central y de Securities and Exchange Comission (SEC), de la bolsa de Wall Street. El dejar sin control a los grandes ejecutivos financieros, especulando, mostrando estados contables fraudulentos, adjudicándose grandes salarios y bonificaciones, creando paquetes de inversiones sin ningún tipo de regulación, como los hegde funds, ha hecho que las grandes estrellas empresariales hayan pasado de la estelaridad a la cárcel.

Los hedge funds, “las finanzas del futuro” y “las abejas polinizadoras de Wall Streett”, como les llama Greenspan (La era de las turbulencias), parte esencial de la liquidez de la bolsa, han hecho agua para indicarnos, que si bien es cierto que el mercado es eficiente asignando recursos, tampoco puede el Estado permitir que la codicia y el interés que guían “la mano invisible” se enseñoreen sobre la sociedad y la lleve a descarrilarse como está ocurriendo. Mercados perfectos no existen, perfecto solo es el Absoluto de Hegel en filosofía.

Stiglith había previsto las consecuencias de estas desregulaciones en todas las áreas de la economía en sus obras El Malestar en la Globalización y Los Felices 90. En esta última dice: “La economía moderna ha demostrado las limitaciones de la mano invisible y de los mercados sin restricciones. En los felices noventa no hicimos casos de estas lecciones…al igual que las que deberían haberse derivado de la debacle de las cajas de ahorros…proporcionamos nuevos incentivos y mejores herramientas para que los directivos de las empresas se enriquecieran…”. Burbujas tras burbujas (inmobiliarias, punto com.) se fue incubando esta nueva fase de una crisis estructural que azota al capitalismo en su expresión más salvaje: el juego de las finanzas en los ordenadores de los niños mimados de Wall Street.

La consigna neoliberal ¡Abajo la regulación, fuera el Estado! hoy es renegada por los beneficiarios del status quo. Hoy demandan la intervención del Estado. No les importa que le llamen keynesianos o socialistas, con tal que les salven sus fortunas, forjadas en la especulación más abyecta. Ya veremos los parches que le pondrán a este Titanic financiero y su impacto en la pobreza mundial.

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