¡Wao Gal!

¡Wao Gal!

POR ALEXIS MÉNDEZ
Llegó vestida de color naranja y portando un rostro entusiasmado. De inmediato se involucró en conversaciones, confundiéndose entre los invitados. Yo estaba sumergido en uno de los tantos coloquios que formó la espera cuando, al advertir su presencia, quedé pasmado. Se veía hermosa por fuera, pero también irradiaba belleza interna. Sentí el aura especial que le rodeaba, y en mi pensamiento se alojó, una frase: ¡Wao Gal!

Ese fue el comienzo de un encuentro que marcó a muchos de los que nos dimos cita. Más que una rueda de prensa, fue un abrazo entre los amantes del buen arte con la música sincera. Un apretón de mano entre Bahía y Santo Domingo, el cual ella manifestó al hablar de la similitud entre las dos ciudades.

Aquella reunión fue antesala de los conciertos que ella ofreció al adorado Santiago, y a nuestra ciudad capital, los días 5 y 6 de noviembre.

De un lado estaba Gal Costa, la más importante cantora que el siglo XX y el presente XXI le han regalado a Brasil, del otro estábamos un grupo, más que comunicadores, siervos, que admirados por su presencia, pedíamos conocerla más allá de sus registros vocales.

Demostró tener conocimiento de la historia musical de su país. Cada una de sus respuestas, por lo menos a mí, me dejaron más que complacido, como cuando la escuche por primera vez, entonado un tema llamado “India” que daba título a un álbum que se había editado en 1973. Luego llegó a mis manos una producción donde ella cantó temas de Dorimar Caimmi. Con este me enamoré, y sigo enamorado de su canto.

Esa noche confirmé algunas presunciones, cuando mencionó su noviazgo musical con Caetano Veloso, al admitir que le fascinaba lo que el cantautor escribía. Además expresó con satisfacción la preferencia del autor hacia su voz, la cual pone un marco sin igual a sus composiciones.

No pudo dejar de mencionar la hermandad que ha forjado con Gilberto Gil, María Bethania, Caetano. Su rol de figuras importantes del movimiento musical denominado Tropicalismo, creado a finales de los 60, los ha llevado, a través del tiempo, a ser más que familia. Tampoco pudo pasar por alto la figura de Joao Gilberto, a quién definió como “la luz que la iluminó a ella, y a sus compañeros artistas.

Me pase la noche complacido y asombrado. Cuando llegué a mi casa embriagué a mi esposa de lo sucedido y busque sus CD’s en mi discoteca. Entonces extendí mi cadena de asombros, cuando la encontré interpretando el bolero “Diez Años” de Rafael Hernández. No me quedó más remedio que volver a expresar: ¡Wao Gal!

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