Washington de Peña

Washington de Peña

UBI RIVAS
El doctor Washington de Peña Rincón fallecido de un paro cardíaco mientras era intervenido de una operación el 22 de octubre, y con su desaparición física, pierde el país a un ser humano extraordinario, un patriota integral y un dominicano sin tacha que amó a su patria como a su familia y a sus amigos, que fuimos muchos y sinceros. Tenía 72 años y era fuerte como un Miura.

Apenas contando con 27 años, fue el primer secretario histórico del PRD a su arribo al país el 05-07-61 y se desempeñó con el coraje, el talento, el brillo y la honestidad que fueron algunas de sus prensas morales luminosas, actuando con prontitud y eficiencia en el montaje del ajetreo partidario del PRD en las elecciones del 20-12-02, en las que se impuso por 619.491 votos a Unión Cívica Nacional que obtuvo 317,327 votos, una zurra electoral descomunal que aparte del Borrón y Cuenta nueva se demostró la capacidad de Washington. Hombre de criterios propios, de indiscutibles luces, confrontó situaciones difíciles tanto con el profesor Juan Bosch, que le destituyó de secretario general del PRD y lo envió a una misión intrascendente a Africa, como el doctor José Francisco Peña Gómez, y como ambos toleraban la disención con ninguna libertad el primero y a regañadientes el segundo, Washington, porfiado, criterios, hubo de defeccionar de su amado PRD en la forma, pero que amó hasta el último instante de su vida, porque lo marcó políticamente.

Conocedor de las ergástulas de la tiranía del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, a quien anatematizó todo el tiempo hasta su final, Washington de Paña enfrentó con valor espartano las torturas de La 40, y nunca se pavoneó de su martirio, ni pasó factura al país jamás.

A la vera del palio umbrío del doctor Joaquín Balaguer, que lo distinguió promocionándolo como diputado, designándolo embajador en Berlín, Alemania y secretario de Trabajo, posiciones que nunca solicitó, recibió del caudillo civil la distinción y el respeto que le negó el PRD.

En esas tres posiciones públicas que desempeñó, se comportó a la altura del duartiano acerado y caudaloso que signó su conducta siempre, sin un ápice de flaqueza por ningún usufructo espúreo del mundo materialista que pierde a más de uno.

Conocedor profundo de la historia patria como pocos, Washington tampoco se pavoneó ni presumió de historiador, aunque conocía los intringulis de la historia y la intrahistoria, esos retazos íntimos que recogen los textos, y siempre insistió, en su proverbial modestia, a la par con su comprobado por todos valor personal, que era apenas un dilatante, un curioso, un investigador, un apasionado, un amante de la historia, no un erudito, que en realidad era, como rico prosista épico en sus entregas a HOY.

Recitaba la historia, sus personajes, epopeyas, fechas, nombres, intimidades de personajes troncales de su páginas, como solo observé en el desaparecido doctor Julio Genaro Campillo Pérez, el historiador que con carácter más completo ha descrito el jalonar de nuestro proceso electoral en su enjundiosa obra El Grillo y el Ruiseñor.

Exquisito productor de programas de tv con su hijo menor, Monelys.

Aventajó a muchos historiadores porque idéntico a un juez que  realiza un descenso en el teatro del crimen, Washington de Peña visitaba, exploraba, acucioso, el teatro de nuestras grandes batallas libertarias contra el intruso haitiano invasor y contra las pretensiones coloniales de España porque conocía al país, sobre todo el Sur Profundo, donde nació, que fue el teatro de nuestra primera gesta libertaria en la grupa del mandamás de El Prado.

Inculcó su abisal patriotismo a su hijo más pequeño, Monelys, nueve añitos, recitador del juramento Duartiano, a quien enseñó a amar a Duarte como el indiscutible Padre de la Patria, a Mella, que fue otro de sus grandes iconos, y también a Sánchez.

Paz a los restos mortales de un dominicano ejemplar y a un hermano afectivo inolvidable, pletórico de amor por su país y pletórico de amor para con todos…

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