El Pentágono considera a China un desafío estratégico en Latinoamérica y el Caribe, por eso insinúa que podríamos estar cambiando de dependencia. Lo que es incorrecto, como mucho se podría sugerir, comparado con la situación actual, la posibilidad de una menor dependencia de Washington en el largo plazo.
No se hizo público, pocos lo supieron, excepto Washington, estoy seguro, el gobierno dominicano lo intentó en 1998, y la respuesta de China fue negativa a los emisarios que envió Leonel Fernández. Y con razón, como ahora en Taipéi no había un gobierno que hablara abiertamente de independencia, por eso el objetivo de China era acumular reservas internacionales para comprar papeles del Tesoro estadounidense y otras inversiones, su interés principal era hacerse imprescindible en el ajedrez monetario mundial.
Todo ha cambiado en veinte años, es evidente que su prioridad es resolver el diferendo histórico congelado entre el anti comunista Partido Nacionalista Chino del doctor Sun Yat-Sen, luego de Chiang Kai-shek, y el Partido Comunista Chino de Mao Zedong, que se complicó en 1949 cuando Kai-shek fundó la República China de Taiwán.
Explica la agresividad para sustituir a Taipéi en las relaciones diplomáticas con Latinoamérica y el Caribe, además es una condición para el éxito del mega proyecto “Ruta de la seda”, requiere fuerte presencia de China en los mares Atlántico y Pacífico.
Flojo es el argumento de que la decisión de República Dominicana es inoportuna por lo delicado del momento para el Estrecho de Taiwán y toda la región de Indochina, ahora ni nunca hemos sido diferencia en el conflicto. También es flojo lo del tema de la contaminación del medio ambiente, además contradice el discurso de Trump, siendo candidato dijo que el hombre no daña el medio ambiente, que era un “cuento chino”, como Presidente denunció el Acuerdo de París contra el cambio climático y retiró a Estados Unidos a contrapelo de prestigiosas voces estadounidenses y de otras regiones del mundo.
No creo que oficialmente se deba contestar la queja del Departamento de Estado, aunque para editoriales y opiniones respetadas del país equivale a una provocación al Estado Dominicano, porque no hace la más mínima concesión o reconocimiento al derecho que tenemos de insertarnos en el contexto económico y financiero mundial según nuestra conveniencia.
El Gobierno estaría diciendo no tener límite de contención ante el de Donald Trump, como lo hacen la mayoría de los gobiernos de la Región, incluyendo al de México, aunque el viernes no aguantó más y formalizó una queja por los nuevos ataques a inmigrantes mexicanos.
El gobierno de Trump pudo ralentizar el crecimiento de la influencia China en Latinoamérica y el Caribe practicando la política de mejorar cada vez más la higiene de la democracia, lo que implica respetar la soberanía de los países que llama socios, sin importar su tamaño, aumentar los flujos de comercio e inversión, y ser tolerante con el inmigrante como lo requiere la globalización del capital y el trabajo. Pero hace lo contrario con una retórica nacionalista, destruyendo relaciones históricas y la confianza construida con los países de la Región.
Antes ese escenario inédito, República Dominicana no tiene otro camino que tomar la decisión que convenga a los intereses de su economía y población.