Wenceslao Troncoso: todo un siglo en beneficio de la nación

Wenceslao Troncoso: todo un siglo en beneficio de la nación

Penetrar en la vida de Don Wenceslao Troncoso es abrir un libro de la historia de los últimos cien años de la República Dominicana; así como abrir un libro de la historia reciente de nuestro país es encontrar en sus páginas la figura de Don Wenceslao siendo protagonista de múltiples primicias.

De la arcilla se hace el hombre, pero en este caso los artesanos que Dios encargó para este hombre en particular contaban con las manos, los materiales y el corazón para crear una obra maestra, como demostraron el 26 de noviembre de 1907.

Su padre, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, o Juan Buscón como se hacía llamar en algunas de sus publicaciones, alimentó durante muchos años al pueblo dominicano con sus escritos tradicionalistas que adornaban las páginas de periódicos locales, y más tarde con la publicación de su primer y único libro “Narraciones Dominicanas”, editado en 1946. Mientras, Alicia Sánchez de Troncoso se dedicó a ser madre y esposa ejemplar, de quien los frutos de su amor pueden decir mucho más que cualquier cadena de adjetivos.

Obteniendo en 1930 el título de Licenciado en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Don Wenceslao sigue la tradición familiar y emprende su viaje profesional integrándose al bufete de abogados Troncoso y Cáceres, fundado por su padre, y del que, 77 años después, es aún  miembro.

Jurista consagrado

En marzo de 1941 fue delegado a la Conferencia Interamericana de Abogados en La Habana, Cuba, donde presentó un estudio comparativo entre la Constitución Dominicana y la Americana; de allí pasó a Washington donde, invitado por la Asociación de Abogados, dictó una charla en el “Army and Navy Club”.

Más tarde fue elegido como Presidente del Colegio de Abogados de la República Dominicana.

Hace la labor de Jefe del Departamento Jurídico del Banco de Reservas, así como de Secretario y miembro del Consejo de Administración del mismo. Es nombrado luego Gobernador del Banco Central.

Dilatada carrera

En 1939 sirve por primera vez a la administración pública, compañera con la cual tendrá múltiples encuentros a los largo de su vida, esta vez siendo elegido como el primer Secretario de la Liga Municipal Dominicana, en la ceremonia inaugural de ese organismo.

En el mismo orden fungió también como Subsecretario de Estado de Interior y Policía, Subsecretario de Estado de Industria y Comercio, Presidente de la Comisión de Espectáculos Públicos, Presidente del Comité Permanente Pro-faro a Colón, de igual manera forma parte de diversas comisiones tales como la Comisión de reclamos contra el Estado, Comisión Depuradora de Créditos contra el Estado, Comisión Nacional de Transporte y Control de Petróleo, Comisión Dominicana correspondiente de la Comisión Interamericana de Fomento, Consejo Superior de Aduanas, durante la Segunda Guerra Mundial se desempeña como miembro de la Comisión del Control de Vehículos y Combustible.

En el aspecto legislativo es elegido como Diputado al Congreso Nacional y en otra ocasión Senador de la República.

Por otro lado, a lo largo de su vida fue parte activa del cuerpo diplomático de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, e incluso de la administración de la misma, labora como Embajador en Argentina, Colombia y Perú, es nombrado Encargado de la División Jurídica de la Cancillería y miembro de la Comisión de Comercio de la misma.

Filántropo,  patriota y erudito de las letras.

Teniendo como norte ideas casi utópicas de progreso y desarrollo, y como motor su amor por la humanidad y la sociedad dominicana, Troncoso apoya de forma constante a diversos movimientos y organizaciones sociales, desempeñándose como Primer Secretario de la Liga Contra el Cáncer, Coronel del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, Vocal de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Gobernador del Distrito Rotario de la República Dominicana, Presidente del Club de la Juventud, entre otros.

Como vice-presidente en funciones interinas de Presidente de la Cámara de Diputados lleva en sus brazos hasta la fosa en la Puerta del Conde los restos de Mella y en el fondo de la fosa coloca la urna de Duarte.

No olvida rendir honor a su padre y continúa su labor de escritor convirtiéndose en autor de libros como “El frustrado viaje de Duarte al Perú”, “De lo nuestro y algo más” y “Algo más de lo nuestro”; es autor de artículos para algunos periódicos con gran diversidad de temas.

Don Wenceslao, con cien años de edad, se rehúsa a dejar extinguir su pasión por la vida, porque ahora no son sólo sus sueños e ideales sino también su experiencia las que dicen: sí, se puede.

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