Wilfredo Torres, un ceramista dramático

Wilfredo Torres, un ceramista dramático

Es cubano… y casi dominicano por haber expuesto, enseñado, participado tantas veces en eventos, celebrados en Santo Domingo. Talento plural, se ha entregado a la cerámica desde hace varios lustros, pero sin dejar completamente sus otros lenguajes…

Por MARIANNE DE TOLENTINO
Con motivo del Primer Salón Nacional de Cerámica en Santo Domingo, Miguel Ramírez, ceramista dominicano magistral, había aplaudido “la creación de un espacio singular para la cerámica artística, en donde a este medio de expresión plástica se le valore en su justa dimensión a partir de sus características esenciales y su vínculo tan presente con las nuevas expresiones y lenguaje del arte contemporáneo”. Era en el 1995, año en el cual apareció Wilfredo Torres en Santo Domingo y él expuso por primera vez, en la Galería Arawak, en la muestra “Guajiros y Máquinas”. Su obra fue relevante, muy comentada, y dio inicio a una serie de actividades, entre talleres y exhibición de piezas.

Para Santo Domingo y la cerámica, significó un tiempo de grandes perspectivas. Más de una década después, el “arte del fuego” no ha seguido el desarrollo que se esperaba, y, luego de un auge individual y colectivo, ha marcado una pausa que se manifiesta en concursos y bienales. Felizmente  el profesor Thimo Pimentel,  en particular con Tile y la Trienal, mantiene la llama viva y consigue nuevas adhesiones.

Wilfredo Torres en Casa de Teatro
Volviendo una vez más a Santo Domingo desde La Habana y sus compromisos internacionales, Wilfredo Torres presenta una exposición personal en Casa de Teatro, a instancias de su amigo Freddy Ginebra. Por razones de disponibilidad, la muestra tuvo que ubicarse en la pequeña sala lateral. Pero es finalmente un buen espacio para obras tridimensionales permitiendo concentrarlas y comunicar una sensación de intimidad. El artista supo aprovechar el espacio, agregando en la pared testimonios gráficos de su capacidad polivalente: hasta incluye una pieza mural contrastante, que, a primera vista y aun a la segunda mirada, parece una señal de alarma. Es el  ejemplo de una búsqueda permanente, y ¡el mismo autor se ríe de ese hallazgo insólito que rompe con el conjunto!

La obra cerámica de Wifredo Torres ofrece propuestas para pensar, requiere una observación detenida y, participante con “el otro”, solicita del espectador su propia interpretación. Voluntariamente el artista preserva el misterio e incrementa su caudal de inventiva, para provocar la perplejidad y la reflexión. Él juega con la técnica, con los materiales, con la termoquímica y las incertidumbres de la cocción.

Trabaja el barro como una criatura viviente y emocional. Integrando objetos ready-made y fragmentos metálicos, dramatiza su expresión, suscitando también en esos “ensamblajes” la necesidad de descifrar forma, volumen y superficie.

 La  riquísima gama de los tonos, la mezcla de los óxidos, el vidriado reluciente crean una animación, casi ritmos irregulares, o un negro profundo, color de “alquitrán” expande una oscuridad sugestiva, llena de implicaciones, a menudo en una misma pieza.

Sus obras

Ahora bien, Wilfredo Torres juega no solamente porque maneja sustancias y proceso con extrema destreza, sino por un componente lúdico de diversión, que aparece en varias de las piezas. Así el Pez Guante, erizado de dedos e hincado en su pedestal de hierro, despliega tanto en la morfología como en un extraño rostro -¿humano?- un humor inquietante., mientras el Pez-yola, con su globo en forma de bombilla aborda el tema de los viajes -ilegales- con una mueca falsamente risueña. ¿Y qué decir del Burócrata, desgraciado del físico lastimado hasta la mente aprisionada?, o de la metáfora de Paganini  crucificado entre dos violines?

Wilfredo Torres procrea cosas y personajes fantásticos, de un surrealismo a veces alucinado, que aumenta con la asimetría y las posiciones de las figuras. No obstante, y ello difiere de muchas obras surrealistas, el hermetismo cede ante una lectura atenta y participante. Puede ser una forma de advertencia, como el Teléfono, artefacto que aquí mezcla manos, orejas, alambre de púas… nos queda esperar la transfiguración cerámica del teléfono celular y su intromisión obsesiva!

Desde el 1995, hemos guardado siempre en la memoria la Maquinilla de Escribir- entonces expuesta en la Galería Arawak de la avenida Pasteur-. Nos alegra comprobar que Wilfredo Torres no ha abandonado el sujeto que conviene óptimamente a su dominio de la recreación, aunque ha evolucionado en diez años. Ahora, mientras él persiste con un objeto fuera de servicio y pronto relegado al mercado de pulgas, él pone de manifiesto la competencia ineludible de la computadora y sus signos de @@@@@@.… Agrede  el instrumento del oficinista de antaño con un  hacha (real) o lo encierra en una jaula, ¿para evitar su destino de desecho? Definitivamente esas viejas máquinas mecánicas son piezas contundentes, que siguen despertando en el artista, variaciones matéricas y estructurales muy peculiares..

Agradecemos a Wilfredo Torres, esta exposición de cerámica -una rama de la plástica que necesita reactivarse- y esperamos sus próximas intervenciones en el arte de Santo Domingo

profesión de fe
“Proceso lleno de eclecticismo y lleno de influencias.

Proceso que comenzó un lejano día de 1967 y por el  cual no he dejado de transitar a pesar de los pesares.

Proceso que me ha llevado a disfrutar el triunfo, algunas veces, y al fracaso en ocasiones.

Proceso lleno de sudor, angustia, valentía  y convicción.

Proceso por el cual he llegado a entender que no necesito mucho para vivir.

Sólo que me dejen trabajar en paz.”

Wilfredo Torres

Ciudad de Santo Domingo

1de noviembre 2006

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