Wolfowitz y el Banco Mundial

Wolfowitz y el Banco Mundial

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Aún en el mundo machista no es de buen gusto que la amante de un «VIP» gane más que otros en puestos similares, sólo basado en sus encantos femeninos… y más intolerable resulta que esto además se haga público. Como presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz cesó en sus funciones desde que se dio a conocer al público que había promovido a su compañera sentimental.

Aunque es evidente que sólo él es responsable, sorprende que no hubiera cesado en el mismo momento en que realizó los escandalosos favores.

Los recientes acontecimientos ocurridos en el Banco Mundial (BM) pueden haber sido o no originados por cuestiones éticas. La realidad es que el presidente renunciante se puso en la boca del lobo; expuesto para que sus enemigos (quizá invisibles para él mismo) lo forzaran a su salida intempestiva… es más, quizá se expuso para que sus amigos, más afines en estos momentos a otros apuros, decidieran rescindir sutilmente su otrora decidido apoyo.

El BM tiene entre sus líneas de acción el combate a la corrupción; ¿cómo podría obviarse que su propio presidente recurría al tráfico de influencias para beneficiar a una relacionada?

La renuncia de Wolfowitz, sin embargo, fue negociada. Sólo se hizo efectiva el pasado 16 de mayo dejando constar en el documento oficial del BM que había alguna responsabilidad institucional en lo que se le imputaba al presidente saliente.

Al neófito, esta minúscula satisfacción le parecería insignificante ante la realidad de perder tan importante puesto. No obstante lo importante para Wolfowitz aún en un fino entrelineado invisible para el público, el gesto institucional tenía una significación mayor. Y tendrá tiempo después del 30 de junio de desvelar los secretos de este escándalo en sus memorias, como es común en la política moderna, la venganza postergada en forma de libro.

Para descubrir las razones vedadas resulta relevante recordar cómo llega Wolfowitz, ex subsecretario de Defensa del gobierno de Bush, a ser presidente del Banco Mundial.

Curiosamente, igual que en abril de 1968 el ex secretario de Defensa Robert McNamara, Wolfowitz llega al puesto como un pago a los servicios logísticos e ideológicos prestados en la guerra de Irak. Mc Namara lo había hecho por su participación principalísima en la guerra de Vietnam. La relevancia del paralelismo está en la connotación necesariamente política que tiene el puesto. Entender la similitud puede ayudar e entender la diferencia. En el caso de MC Namara, el nombramiento en tan influyente puesto llega como una especie de exilio dorado, más que como un premio. McNamara fue el chivo expiatorio de la guerra de Vietnam y pasó el resto de su vida tratando de justificar sus posiciones en sus memorias, texto en el que ha hecho una especie de mea culpa atenuada. Todavía Wolfowitz no ha escrito nada sobre la guerra en Irak, como no lo ha hecho hasta el momento ninguno de los halcones de Bush, están con todo su poder aquellos que inventaron esa desastrosa guerra.

Pero mientras que el ideólogo de la guerra de Vietnam duró 13 años al frente del BM, Wolfowitz a duras penas completó 2. ¿Es el escándalo lo que explica que las cosas salieran tan mal para Wolfowitz?

El economista Joseph Stiglitz ha sido el primero en mencionar a Tony Blair como el más fuerte candidato para sustituir a Wolfowitz. Blair está muy joven para retirarse y también ha prestado «maravillosos» servicios a Bush y sus halcones para llevar con «éxito» la guerra a Irak. ¿La diferencia? Los aportes del renunciante primer ministro británico fueron mucho más importantes que los de Wolfowitz para imponer la impopular guerra. Para ser justos, tiene a su favor el hecho de que Europa no vería con malos ojos que por primera vez la presidencia del BM recayera en un nativo, algo que viene bien a la línea de relanzar el proyecto común europeo que toma nuevo impulso con la llegada de Sarkozy al Palacio del Elíseo.

En un total ejercicio de especulación uno puede preguntarse ¿Será posible que cuando se decidió premiar a Wolfowitz no se tuviera en el panorama los posteriores reveses electorales que ahora han obligado a Blair a renunciar? ¿Será posible que los poderosos usaran contra Wolfowitz información conocida y antes tolerada para deshacerse de él en este particular y oportuno momento?

Wolfowitz sale del BM a los dos años de haber asumido la presidencia del organismo, y sale por un escándalo; a diferencia de McNamara, que duró 13, a pesar de que Vietnam fue peor que un escándalo, peor que un crimen, en suma, una gran equivocación. ¿Sus aportes al Banco Mundial? No se puede ser injustos, lo hizo mucho mejor que en su posición anterior. Los créditos al desarrollo fluyeron con gran efectividad a muchos países en conflicto. En el caso de Wolfowitz no hubo tiempo suficiente para poder evaluar sus «aportes» a la institución.

Detrás del escándalo ético en el BM no parece haber ningún aprendizaje real, pues el candidato que se baraja para sustituir a Wolfowitz, igual que en ocasiones anteriores, responde mas bien a una intención individual de premiar lealtades en lugar de preguntarse, desde el punto de vista institucional, quién, luego de una crisis de esta estirpe, debe ocupar el puesto.

Muchos economistas preocupados por encontrar fórmulas de desarrollo económico y social sostenibles se inclinarían para ese puesto por alguien con visión y trabajo acorde a ese objetivo, digamos, alguien como el propio Stiglitz, o como Amartya Sen, ambos ganadores del Premio Nóbel de Economía, o incluso como Jeffrey Sachs, quien ha asumido un alto perfil mundial con su obra The End of Poverty.

Pero no; el candidato de Bush es Blair, y su eventual nombramiento en el puesto seguiría un patrón que ya hemos visto que se repite en el tiempo.

Si quisiera enviarse un mensaje fuerte se forzaría a un replanteamiento de las estructuras del BM y del perfil técnico de quien debe ocupar la vacante.

No luce que será de esa manera. El caso de Paul Wolfowitz no pasará de ser una anécdota dentro de algunos meses. El aprendizaje sólo para él y para nadie más: no hay que salir con medias rotas, y mucho menos dejar que se vean.

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