La llaman enfermedad del World Trade Center o del 11-S, Pero en los últimos años ha habido una creciente concientización sobre el sufrimiento de otro grupo de personas relacionada a la tragedia: los bomberos, policías y otros socorristas que murieron o se enfermaron tras estar expuestos a los escombros y toxinas en el aire de la zona.
Hoy, los estadounidenses conmemoran 18 años de los atentados terroristas en el World Trade Center, que tuvieron lugar ,el 11 de septiembre (11-S) o 9/11 con ceremonias, voluntariado, exhortos a “nunca olvidar“ y llamados de atención al creciente número de socorristas que han muerto o enfermado tras los ataques terroristas.
Las ceremonias se enfocan en la conmemoración de las cerca de 3.000 personas que murieron cuando aviones secuestrados chocaron contra las Torres Gemelas, el Pentágono y un campo cerca de Shanksville el 11 de septiembre del 2001. Todos los nombres de esas víctimas son leídas en voz alta en una ceremonia en la Zona Cero, donde la hora exacta en que los aviones chocaron y las torres se desplomaron se recuerdan con momentos de silencio y toques de campanas.
Pero en los últimos años ha habido una creciente concientización sobre el sufrimiento de otro grupo de personas relacionada a la tragedia: los bomberos, policías y otros socorristas que murieron o se enfermaron tras estar expuestos a los escombros y toxinas en el aire de la zona.
Aunque continúa investigándose si esas enfermedades están ligadas a las toxinas del 11-S, un fondo de compensación para personas con problemas de salud potencialmente relacionados a los atentados ha entregado más de 5.500 millones de dólares hasta ahora. Más de 51.000 personas han solicitado compensación.
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Otra consecuencia: Depresión. Informaciones recogidas por el periódico El Confidencial señala que quienes arriesgaron su vida por los demás el 11 de septiembre también cargan con daños psicológicos que en muchos casos se han vuelto irreparables. Un estudio a 12 años de la barbarie demuestra que a los trabajadores del Departamento de Bomberos de Nueva York implicados les afectaba un 7% más el estrés postraumático que a sus compañeros, al tiempo que eran un 16,7% más propensos a sufrir depresión y, a consecuencia de ello, tenían un 3% más de riesgo de caer en el alcoholismo.
Los datos preocupan si se refieren a profesionales formados para someter su mente a condiciones extremas, y asustan cuando se amplía la muestra: antes de los ataques que cambiaron el trascurso de la historia, apenas el 5% de los estadounidenses había padecido estrés postraumático en algún momento de su vida; el porcentaje ascendió al 20% entre los habitantes de la Gran Manzana en las semanas posteriores. Las vidas siguieron, la capital de Occidente se levantó, pero las heridas aún no han cicatrizado.
Las secuelas. Dieciocho años después de los ataques terroristas más mortales en territorio estadounidense, la nación sigue tratando de reponerse. Las secuelas de los atentados pueden notarse desde las inspecciones de seguridad en los aeropuertos hasta Afganistán, donde la invasión después del 11-S se ha tornado en la guerra más larga de Estados Unidos. Las negociaciones de paz entre Estados Unidos y el Talibán colapsaron en los últimos días.
“La gente dice, ’¿Por qué vienes aquí, año tras año?’“, dijo Chundera Epps, hermana de Christopher Epps, víctima del 11 de septiembre, el año pasado en una ceremonia en el Centro de Comercio Mundial. “Porque todavía siguen muriendo soldados por nuestra libertad. Hay socorristas que siguen muriendo y enfermándose“.