Xiomara Fortuna anda con maletas rarísimas

Xiomara Fortuna anda con maletas rarísimas

POR MIGUEL D. MENA
Anda con maletas extrañas, hablando siempre bien despacio, como si estuviese dando clases de dicción o de respiración,  como si tras cada paso dejase un pedazo de alma. Anda con muchísimas almas en su maleta. También anda con una guitarra que cuando la desenfunda mejor sentarse y pensar que no habrá ningún despertarse temprano ni ningún mensaje en el celular esperándonos.

Cuando Xiomara Fortuna abre su maleta puede salir su costa natal de Montecristi –nació por esos predios en 1959-, la noción de estar en la esquina, en alguna mecedora, mientras los ángeles descansan en el Morro y permiten que ella los arrulle con su voz. De esa maleta saldrá Josefina Báez, suponiendo que no esté en Nueva York, Odilón Almánzar y yo en Berlín como dos gatos de bodega holandesa, la chica que cuidaba un perro llamado Hemingway en Zürich o Ginebra, y todos estaremos conectados con esa negritud que es algo más que la piel y las teorías de cansados profesores de la Universidad de California.

Xiomara Fortuna nos estará llevando en su maleta, amando hasta el cansancio, con esos caminos que todo dominicano lleva adentro y que nadie sabe adónde conducirán.

Aquí tenemos a Xiomara Fortuna andando con una maleta llena de Isla y de yolas, con una dignidad rarísima en este medio, con una altura a la que sólo se puede llegar si es que antes se está dispuesto a la bondad del espíritu que sólo quiere asumirse en lo cristalino de la vida todavía posible.

Escucharla es acceder a una fiesta de luces, sentimientos, de azoteas en la que la ciudad se puede dilucidar en su ternura. Desde que la conozco, allá por sus primeros años capitaleños, desde 1982, ha llovido muchísimo en el mundo de los sonidos. Siempre he podido dejar la sombrilla si es Xiomara la que se sube en el escenario o si es que estamos bien apeñuscados en cualquier auto dirección el 9 o por la Mella.

Las estrellas han llovido y también han jarineado. Por el escenario hemos tenido lo ethnomusic, la fusión caribeña –como ella prefiere decir en su caso-, la percusión hindú acompañando el cajón cibaeño, las trompetas orleánicas preparándoles el set a los tambores que sobrevivieron del naufragio.

Hemos tenido toda una oleada de mujeres, de maquillajes cholo-brenes y bienvenido-rodríguez, de artefactos que nacen, crecen y desaparecen. Por afuera hemos visto a Cesaria Evora saltando de Cabo Verde a París, a las chicas con gritos agudos y otras que le cuidaban la guitarra a Joan Baez y a Joni Mitchell y a Natalie Merchant. Dentro de todas las melodías que nos hacían subir y bajar, Xiomara Fortuna siempre ha estado trazando una línea de búsqueda y superación, de reflejar su rostro y aquel tan ocultado de lo mejor del dominicano.

Sus pinitos comenzaron con el grupo Kaliumbe y la sombra del guitarrista dominicanyork Tony Vicioso. Al principio fue la expresión rural, la continuación de la línea que había trazado Convite en los años 70, el sacar a flote lo negro y lo multicultural que somos. Xiomara nos interpretaba. Salve, sarandunga, palos, congos, la música que ella nos recreaba era la que conformaba nuestros huesos, lo más cierto y no aceptado de eso que se desvanece aunque siga siendo la estructura más intima de lo dominicano, lo campesino.

Apareció en aquél tránsito de los 80 al 90 la producción discográfica «De la loma al llano». Entonces había más música y voz que texto. El amor, la pérdida, la búsqueda, muchos temas consabidos, se trataban a pesar de todo con un acento bien peculiar, el de una voz que se construye a sí misma entre murmullos y gritos, logrando siempre esa capacidad de hacernos sentir que estamos cerca.

De la maleta de Xiomara comenzó a entrar y salir toda una generación de músicos que no dejaron de rodar entre merengueros, bachateros, rockeros y como solistas.

«Kumbajei» (2001) fue una producción casi mítica por la conjunción de creadores y de cretividad. Más de una veintena de músicos se dieron cita en un cd hecho a base de muchísimo sudor y fibra espiritual. A sabiendas de toda injusticia que implica una simple selección, diré que en «Kumbajei» se contó con la participación en el coro de Adalgisa Pantaleón, Laura Rivera, Ochi Curiel, entre otros. Del resto sólo habría que mencionar, entre los que luego han tenido mayor continuidad en el mundo del arte,  a Rafa Payán (guitarra), Sandy Gabriel, Carlos Estrada (saxofones), José Luis Almengod, Rodin (trompeta), José Flete (trombón), Rafael Mirabal, (keyboard), Quique Del Rosario (bajo), Guy Frometa, (batería) y David Almengod (congas)

En el 2004 Xiomara Fortuna produjo un cd hasta ahora no comercial y joya de puros kilates: «Tonada para un querer». Acompañada por los mejores guitarristas de nuestra Isla, este es uno de las producciones esenciales en lo que va de siglo XX.

Jazzeando en la estela de una Fitzgerald, asumiendo la voz del campo y de los que dejaron la Isla, pensando en un arte referido al Caribe pero universal por sus logros, Xiomara Fortuna es ciudadana del mismo universo.

Aclamada en París, Madrid y aunque usted no lo crea, en Santo Domingo, Xiomara Fortuna lleva una maleta de alegría, esperanza y de velas romanas.

A pesar de lo agreste del paisaje dominicano cada vez más vidiotizado y megadivisado, la maleta de Xiomara Fortuna es luminosa.

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