Xiomarita, a mí me sirvió tu sombrero…

<p>Xiomarita, a mí me sirvió tu sombrero…</p>

DAGOBERTO TEJEDA ORTIZ
En la pág. 6C del miércoles 29 de noviembre del presente en el periódico Hoy, la cronista de farándula, la empírica autollamada “periodista” Xiomarita Pérez, en su columna “Folkloreando”, como es su costumbre, con cinismo e irrespeto escribió un pasquín con la proclama de “Al que le sirva el sombrero…”, utilizando la técnica del chisme, al escribir sin mencionar su nombre del profesor Julio César Paulino, José Castillo Méndez y quien suscribe, Dagoberto Tejeda Ortiz. En ese orden, va mi respuesta.

En una desfasada crónica  sobre la música popular dominicana y el folklore, fundamentada en conceptos sobre el folklore superados hace más de cuarenta años, publicada en este mismo periódico (30-octubre) Xiomarita Pérez, afirma: “Para que un hecho sea folklórico debe de ser anónimo, funcional, oral, tradicional, empírico, dinámico, popular, colectivo, regional y universal”. 

 Esta clasificación que utiliza Xiomarita en su crónica fue elaborada en el 1942, hace 64 años, la cual fue modificada a partir del Congreso Internacional de Folklore celebrado en Argentina en el 1961, hace 45 años, donde se redujeron las características del folklore a lo popular, anónimo y tradicional.

En el 1973, bajo la dirección de la folklorista Isabel Aretz, el INIDEP-CONAG  de Venezuela, editó la recopilación más importante que se ha hecho en este continente, sobre las “Teorías del  Folklore en América Latina”, donde es cuestionada y prácticamente eliminada esta clasificación utilizada por Xiomarita, en propuestas, entre otros, de los más altos especialistas de ese momento: Manuel Dannemann R., de Chile, Augusto Raúl Cortazar, de Argentina, Darío Guevara, de Ecuador, Paulo de Carvalho de Brasil.

Desde hace años, en Estados Unidos, se ha desarrollado una corriente critica sobre las bases tradicionales de las características del folklore, haciendo ruptura  con las  variables del anonimato, lo popular, lo folklórico, yendo más allá de la dicotomía colonialismo-imperialismo, “salvajismo-civilización”, “atraso-desarrollo”,  proponiendo como una novedad el surgimiento del “folklore urbano” en la relación globalización, urbanización y posmodernidad.

 En su crónica, Xiomarita, entre otras cosas, afirma: “Ustedes sabían que el acordeón se toca de “oído”, no tiene método y por eso se considera un instrumento folklórico”.  El profesor, antropólogo y etnomusicólogo Julio César Paulino le contestó que el acordeón fue “inventado en Viena, en 1829, por Damián y perfeccionado en Francia por el famosos constructor Buffet, en 1837”, por lo tanto, sigue diciendo Paulino, “el acordeón no puede ser un instrumento folclórico debido a que fue patentizado por el sr. Damián en Viena en 1829”.

 Con irrespeto  y con falta de responsabilidad, pensando que era una crónica farandulera barata, como es su costumbre, le contesta al profesor Julio César Paulino omitiendo su nombre, con el único fin de generar chismes y alimentar la intriga.   Al reconocer que el acordeón tiene autor, como le enseñó Paulino,  Xiomarita expresa: “Cuando hablamos de anónimo se refiere a que tiene autor pero que se perdió y al perderse se convierte en anónimo”.

La visión de Xiomarita sobre este tema está obsoleta, superada y equivocada.  Primero, porque el acordeón, como le mostró Paulino, tiene autor conocido, que es del dominio de los investigadores y público en general; pero si esto la gente del pueblo no lo sabe, eso no es lo que le da la categoría de folklórico a este instrumento en nuestro país, ya que si fuera así, y siguiéramos la lógica de esta recolectora de datos, por ejemplo, el saxofón, utilizado en el perico-ripiao, la trompeta, introducida en el son, el redoblante o el drun industrial integrante de los “Guloyas”, serían también instrumentos folklóricos.

Segundo, aunque el maestro Augusto Raúl Cortazar, especificó muy claro en 1973, y con él numerosos investigadores de su nivel, que “los fenómenos folklóricos no adquieren esta condición como consecuencia pasiva de mero transcurso del tiempo.  Se trata más bien de una actitud mental colectiva y no del simple hecho ocasional de que se recuerde el nombre del iniciador o inventor” (Los fenómenos folklóricos y su conjunto humano y cultural: Concepción funcional y dinámica, pág.25), ¿cómo es posible que Xiomarita, 33 años después siga afirmando lo contrario?  Claro, eso se entiende, ella no sabe quien es Raúl Cortazar.

En su crónica de Folkloreando, donde señala que el acordeón era un instrumento folklórico porque era anónimo, afirma que “Siempre ha existido confusión respecto a lo que es popular y lo que es folklórico.  Todo lo folklórico es popular pero no todo lo popular es folklórico”.

Lo popular y lo folklórico es una dicotomía artificial que corresponde a las corrientes folklóricas que todavía relegan el folklore a los residuos de lo antiguo, de lo campesino, del pasado y que están atrapados en las dicotomías de dividir el conocimiento en base a un contenido de clase y de mercado.   Realmente “nada es folklórico por si mismo”, sino que “en el proceso cultural  el bien llega a folklorizarse” (Augusto Raúl Cortazar, obra citada, pág. 54, 1975))

De esta manera, como dice el maestro Manuel Dannemann R. (1975) “Un hecho cultural llega convertirse en folklórico, solo cuando para determinados grupos funciona como bien común, propio, aglutinante y representativo”. Lo de anónimo es una categoría académica, como la mayor parte de las otras variables que utiliza Xiomarita para caracterizar al folklore, que en el fondo solo esconde prejuicios e ideologías, así como la vocación de algunos investigadores de bautizar, artificializar y cosificar la realidad.

En un excelente libro sobre “Música y Descolonización”, el investigador cubano Leonardo Acosta (1883), afirma: “hemos hecho mención a una música culta, en contraste con un música popular o con una música folklórica.  Esta dicotomía es típica de la cultura occidental, mientras que en otras culturas la diferenciación más usada es entre una música religiosa y otra profana, y a veces una música cotersana”. (pág. 14).  Por eso, “si folklore significa “saber popular” o “saber del pueblo”, ¿por qué hacer una diferenciación entre música folklórica y música popular?   Puesto que la música folklórica es sin duda parte del acervo popular, de la cultura popular, esta diferenciación es absurda, y obedece a los mismos mecanismos del consumo que establecieron las clasificaciones antes mencionadas”. (Obra citada, pág. 72).

En su análisis sobre la música creada por el pueblo y la música comercial de encomienda, cuando el capital la convierte en mercancía para venderla e inducir al consumo masivo sin importar contenido, calidad e identidad, Leonardo Acosta introduce la categoría de “seudopopular”, “para distinguirla de una música verdaderamente popular, es decir, creada por el pueblo”. (Obra citada, pág. 72).

En la segunda parte de su crónica folkloreando  “Al que le sirva el sombrero…” Xiomarita escribió: “Lean lo que se da en estos menesteres, muchas personas tienen conocimientos, bastantes, toda una vida investigando, son “eruditos”, saber pero para ellos, son egoístas, egocentristas, ¿y usted sabe que va a pasar? Que todos esos conocimientos se los llevarán a la tumba, siempre quieren hacer opinión, pero nunca han aportado nada, sólo viven criticando a los otros”.

Esta irrespetuosa descripción, Xiomarita la ha hecho con un contenido despectivo cantidades de veces a espaldas del profesor José Castillo Méndez, investigador, folklorista, director por años del Ballet Folklórico de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Irresponsablemente, en su crónica no cita su nombre, para que también se torne un chisme y una intriga.

 Pero, ¿cómo Xiomarita, se atreve a decir que José “nunca ha aportado nada y que sólo vive criticando a los otros”?   Señores, durante años José Castillo ha hecho el mejor ballet folklórico del país, con éxitos nacionales e internacionales, ha organizado grupos en numerosos pueblos, ha ofrecido cientos de asesorías, ha dado cientos de charlas y ha realizado numerosas investigaciones, trasmitiendo sus conocimientos de manera directa, colectiva e individual a nivel nacional, a tal punto que en cuanto a montaje de bailes folklórico se refiere, hay una “escuela José Castillo” de la cual han bebido numerosos directores de grupos de ballet, así como bailadores y bailadoras de folklore.

Pero todavía más, todo lo que sabe Xiomarita de bailes folklóricos lo aprendió y se lo enseñó José, quien la aceptó y la mantuvo durante años en el Ballet Folklórico de la UASD.  Incluso algunas clases teóricas que Xiomarita ha cogido de folklore fue con él, porque ella nunca ha hecho ni siquiera un curso formal de introducción al folklore a ningún nivel.

Ella es de las personas privilegiadas que han aprendido directamente con José, el especialista más completo y el más importante en cuando a bailes folklóricos dominicanos se refiere.  José es un patrimonio nacional que merece respeto y sobre todo, a quien Xiomarita le debe sus conocimientos fundamentales. ¿Con qué pudor Xiomarita  habla en estos términos de José Castillo, su profesor, afirmando que “nunca ha aportado nada” y que “sólo vive criticando”? ¿Qué cosa es la gratitud y la lealtad? ¿Dónde se quedó la delicadeza, el respeto y la ética?

Y por último, Xiomarita, en su crónica de “folkloreando”, sin mencionar mi nombre, porque esta es una técnica de la intriga y el chisme que ella ha utilizado siempre, me dedica irreverentemente y con mala fe la última parte de su libelo.   En sus comentarios de marras, hace cuatro afirmaciones:

a).- Que en una ponencia mía que ella estaba presente en la UASD, en el desarrollo de la misma, le falté el respeto a Doña Edna Garrido al afirmar que ella cometió un error al no fijarse bien que los tambores de la sarandunga de Baní tenían dos parches, porque no se atrevió a mirar por pudor a estos instrumentos que los tenían los músicos entre sus piernas.

b).- Que después de mi ponencia, “cuando llegué a mi casa me encuentro con un libro de la misma persona que está criticando a Doña Edna Garrido, busco la fecha del 23-24 de junio y me encuentro que tiene el mismísimo error que estuvo criticando”.

c).- “Para investigar el folklore  no hay que andar descalzos, sin peinar, ajado, etc.”.

d).- “Para hacer críticas hay que tener bases y esas mismas criticas que se hacen me han puesto a investigar más, he aprendido muchísimo, además… algo muy importante: Se aprende en la soledad”.

Vamos a responderle en ese mismo orden:

Primero, siempre hemos tenido un respeto y una admiración por Doña Edna Garrido, tal como puede verse en nuestro “Atlas folklórico de la República Dominicana”, sólo una gente de mala fe o una profesional del chisme, a fin de indisponerme con Doña Edna, como es su objetivo, puede decir que yo le falté el respeto en mi ponencia en la UASD,  lo que hice en esa parte fue realmente una pequeña sátira con sentido de humor para graficar la situación, como hago con todo el mundo cuando hablo, y no una burla como ella afirma.  Por otra parte, ¿Por qué si Xiomarita estaba presente en el evento, no me dijo en la cara, frente a frente, públicamente, lo que dice en su columna?  ¡Parece ser que la práctica de ella es siempre hablar a espaldas como la maestra de la intriga que es!

Pero además, ella sabe muy bien que la critica más objetiva, pero con el mayor respeto y fundamento sobre Doña Edna y la Sarandunga se la hice yo en el número especial que el Museo del Hombre Dominicano le dedicó a ella. (Boletín Núm.33, 2003) y que mi libro sobre la Sarandunga, en prensa, está dedicado a ella. Entonces, yo no puedo faltarle el respeto a Doña Edna, una investigadora que Xiomarita conoció ayer y que solo sabía de su libro por referencias de los juegos infantiles.

En segundo lugar, con relación a que en uno de los libros en que soy co-autor, escrito con el profesor Iván Domínguez y el profesor José Castillo Méndez, por un error involuntario, que no sabemos de quien, donde se expresa textualmente que la Sarandunga se interpreta “con tres tambores de un solo parche”.  Pero conociendo ella muy bien a los tres autores, que la llevaron a conocer la Sarandunga,  sabe de más que ninguno de los tres podía afirmar eso, y  que tenía que ser un error, cosa común en los libros, cosa esta que no ocurrió con el artículo de Doña Edna porque ella nunca lo modificó ni lo desmintió, además ella nada más había ido una  sola vez a la Sarandunga cuando lo escribió.

En el caso mío, ella sabe muy bien, porque conoce mis libros, que tengo más de 25 años realizando una investigación sistemática sobre la Sarandunga, razón por lo cual nunca podía decir o escribir lo de un solo parche en los tambores.  Esta afirmación no existe en ninguno de mis otros libros, todo lo contrario: Hace 25 años, en 1981, haciendo una referencia a la Sarandunga (pág.92) en el libro “Mana: Monografía de un movimiento mesiánico abortado”,  no dice nada de esto.

En el 1998, tampoco exite esta afirmación, en mi libro sobre “Cultura popular e identidad Nacional” (pág.92-104), en la cual hay tres trabajos sobre la Sarandunga Banileja que había escrito originalmente para el periódico La Noticia.

En 2003, en el citado “Atlas folklórico de la República Dominicana” (pág. 64-148), que ella tiene y que lo consulta con frecuencia, de manera explicita dice en dos ocasiones que los tambores de la Sarandunga tiene dos parches.

Lo mismo sucede en el Boletín del Museo del Hombre  Núm.33 (antes citado), en un trabajo mío sobre “Doña Edna y la Sarandunga”, donde repito que los tambores de la Sarandunga tienen dos parches.  Pero además,  si este trabajo para el número especial del Boletín del museo dedicado a Doña Edna hubiese sido ofensivo, la dirección de esta institución no lo hubiera incluido.

Entonces, si Xiomarita fuera una investigadora apegada a la ética, a la ciencia, sabiendo todo esto, hubiera dicho objetivamente la verdad, incluso citando estos antecedentes, de los cuales se desprende que tenía que ser un error.  Pero como la crónica es un libelo para dañar reputaciones, Xiomarita lo hizo adrede, de manera parcial, de mala fe, a nivel de chisme y de intriga.

Tercero, de manera despectiva, en su crónica, Xiomarita refiriéndose a mi persona expresa: “pero para investigar el folklore no hay que andar descalzos, sin peinar, ajado, etc.”.   Tienes toda la razón, esa es una opción personal, que yo he decidido desde hace muchos años, mostrando con orgullo nuestros ancestros africanos, en una sociedad de élites discriminadoras y racistas, que han orquestado una estrategia de invisibilizar y distorsionar la presencia y el aporte de los esclavizados africanos  y de los afrodescendientes.  Esta manera de vestir, es parte de mi concepción y de mi visión de la vida y de la sociedad donde estoy, pero lamento que este no sea el espacio para explicarlo.  Pero creo que ella esta perdiendo la memoria, porque hasta ayer, lo dicen los hechos y hasta fotos originales de folkloreando, que desde hace tiempo, andaba casi con las mismas ropas ajadas y desajustadas, tipo africano, que ando yo, incluso con el mismo gorrito.

Cuarto, Xiomarita termina su crónica afirmando: “Para hacer críticas hay que tener bases y esas mismas críticas que se hacen me han puesto a investigar más, he aprendido muchísimo, además… algo muy importante “se aprende en la soledad”.

Comparto la afirmación de que “para hacer críticas hay que tener bases”, por eso mismo es que Xiomarita no puede hacer críticas a nivel científico, sino elaborar chismes, tejer intrigas, porque ella no tiene ningún nivel académico, ninguna formación folklórica, ni ningún trabajo significativo de investigación. 

El folklore como conocimiento científico, no se resume en la realización de visitas a las comunidades, entrevistar a los hacedores del folklore,  recolectar y organizar datos, o leer libros, porque el folklore hace más de cincuenta años que es una especialidad de las ciencias sociales, de la antropología social, interrelacionada con la sociología y la historia entre otras disciplinas científicas.

Entonces para investigar a nivel folklórico, es imprescindible una formación académica-científica, dominar un bagaje  teórico-metodológico, formarse a nivel de las ciencias sociales, y eso, no se aprende “de oído”.  Hasta donde yo se, Xiomarita no tiene ni siquiera un curso de introducción al folklore y menos, nivel académico.   Ella puede hacer visitas, recolectar informaciones, ordenar datos, pero eso no es investigación científica, porque para esto,  se necesita un diseño de la misma, un aval teórico para la interpretación de los datos, que solo los dan las ciencias sociales.

En cuanto a que “para criticar hay que tener base”, puedo decirte que yo tengo base académica-científica, un trabajo de campo y de producción teórica de por lo menos 38 años productivos, continuos, intensivos y permanentes. No quiero hablarle de mis trabajos, mi trayectoria y mis aportes al folklore, a las ciencias sociales e incluso a las ciencias de la salud,  porque Xiomarita los conoces, al igual que mucha gente.   Que lo hagan los otros, pero si es necesario se los recuerdo en otro momento.

Xiomarita dice que “se aprende en soledad”.  En la soledad se medita, los literatos, los poetas, los religiosos, los políticos y los filósofos “aprenden” y crean en momentos episódicos en la soledad en una relación entre el ser y la conciencia, pero no en las ciencias sociales, donde el conocimiento se da en una relación con la realidad, con la colectividad, en un proceso dialéctico histórico-estructural de transformaciones sociales.

Le contesto en esta forma, “poniéndome su sombrero”, lleno de chismes y de intrigas, porque ha querido jugar con mi reputación de investigador, de profesional de las ciencias sociales, al cual he dedicado por lo menos 38 años de mi vida   Para eso, ella lo hace retorciendo la realidad, acomodando datos con aviesas interpretaciones nefastas, sacando palabras de su contexto.  Si hay una gente a la que ella debe de respetar, no solamente por mi trabajo a nivel folklórico y en las ciencias sociales es a mi, debido a la relación de amistad que mantuvimos durante muchos años, donde yo era una fuente de consulta permanente para ella, aunque “no tuviera bases” como dice ahora en su crónica.  Que recuerde, que en base a una consulta de ella, fui yo el que le dió el nombre de “folkloreando” a su columna. Pero no importa, de todo hay en la viña del Señor, hasta desleales e ingratos.

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