¿Y ahora?

¿Y ahora?

Levanté el teléfono. El noticiario estaba en el aire. Era Eulalio. Llamaba desde la Policía. Eulalio (Lalo) Almonte Rubiera, en ese momento, cubría la Policía:

-¿Tu tienes un carro Fiat blanco?

-No. Yo tengo un station wagon blanco.

-OK.

¿-Qué pasa?

-Te digo más tarde.

Intrigado, aunque había terminado de trabajar, espero que llegue Lalo, quien me cuenta:

-Estaba en el Servicio Secreto  y allí se dijo que tú tenías un carro blanco y que uno similar fue visto en los alrededores el día que mataron a Orlando Martínez.

Olvidamos el asunto hasta que apresaron a  un abogado cuyo nombre no recuerdo, un hombre serio, miembro del Partido Revolucionario Social Cristiano, porque su carro era Fiat blanco. La muerte de Orlando Martínez quemaba las manos de sus asesinos y buscaban a quién atribuirle el crimen. No recuerdo si ya me habían robado el vehículo de la marquesina de mi casa, el cual fue hallado por la Policía ¡qué coincidencia! abandonado en la madrugada en las cercanías de la casa de Edmundo el hermano de Orlando Martínez, a quien también asesinaron. Preparaban el escenario para acusarme del asesinato de mi colega y amigo.

Los dedos de la Policía acusaban a Juan Bosch, de quien entonces era amigo y colaborador, realmente cercano. Cuando no pudieron incriminarme apresaron a Diómedes Mercedes y a Rafael (Cheché) Luna, a quienes mantuvieron en prisión hasta que les dio la gana y los liberaron sin cargos porque se trataba de un abuso de poder, una jugada de distracción.

Entonces escribí algo como ¿quién le devuelve a sus familiares la angustia que sufrieron por esa prisión arbitraria y abusiva? ¿Quién le devuelve a Diómedes y Cheché las noches sin sueño y los días de rabia contenida?

Este jodido país no cambia. Aquí cualquier carajo se encarama y se vuelve loco.

El ingeniero César Sánchez es un reputado profesional de su área. Manejó la Corporación de Empresas Eléctricas Estatales de forma honesta y eficiente. Fue acusado perversamente de la comisión de un delito que sus acusadores sabían no había cometido.

Cuando Joaquín Balaguer usó todo su poder y su maldad para eliminar a Salvador Jorge Blanco como rival político y usó al abogado Marino Vinicio Castillo para una acusación infame, levanté mi voz antes que ningún otro dominicano para denunciar que se trataba de una jugarreta política.

Salvador Jorge Blanco vive con su misma frugalidad. Ni Balaguer ni Vincho Castillo ni ningún otro malediciente habla sobre el asunto.  No importa el sufrimiento de la familia del Presidente Jorge Blanco y su legión de amigos.

Hay que acabar con la impunidad de los acusadores.

Una acusación como la que le hicieron al ingeniero César Sánchez amerita una investigación especial por parte de la Justicia para resarcir en su justa fama el bien ganado derecho al respeto que tiene ese digno profesional.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas