Y ahora, a guayar la yuca

Y ahora, a guayar la yuca

PEDRO GIL ITURBIDES
Ya Estados Unidos de Norteamérica hizo expedito el camino del tratado de libre comercio con países centro continentales y nosotros. Pero como refieren unas crónicas de “The Wall Street Journal”, entre estos últimos prevalecen dudas sobre lo que podremos ganar. Advierte el diario financiero de Nueva York, que en nuestros países se piensa que el socio ganancioso será el estadounidense. De modo que la imagen que prevalece es la del todo para mí y nada para nadie.

El diario dice que en los países involucrados en el pacto se recuerda que los estadounidenses mantienen subsidios a sus productores. “The Wall Street Journal” especula que ello nos inclina a pensar en la inequidad del convenio. Porque los gobiernos de nuestras naciones están impedidos de ofrecer iguales subsidios a sus productores. Y carecen de los recursos para emprender otras acciones promotoras que son pan nuestro de cada día entre los estadounidenses.

Este y otros prejuicios fueron detectados en una  encuesta aplicada por Zogby International.

La verdad es que muchos de nosotros, en la República Dominicana, hubiéramos deseado un acuerdo pletórico de justicia social. Muchos creemos, en cambio, que un esquema de embudo es el perfil que identifica el futuro de este plurimercado. Mas debemos superar ese pesimismo.

Cuando el Congreso Nacional de la República Dominicana ratifique el convenio, ese mercado alcanzará una situación irreversible. Tendremos que adaptarnos, modificar procesos y conductas, variar modos de vida, o empobrecer aún más de lo muy pobre que somos. En el interregno miles se verán obligados a emigrar, miles retornarán a la producción de sustentación. Y miles se corromperán aún más de lo muy corrompidos que están, ellos o sus vecinos.

Pero una parte de la sociedad se insertará en el impreciso modelo económico que comienza a delinearse.

No será la primera vez que una sociedad sufre estas metamorfosis socioeconómicas. Nosotros mismos, en el último tercio del siglo XIX comenzamos a pasar de la sociedad ganadera a la sociedad agrícola.

En ocasiones, como al imponerse la llamada ley de las diez tareas en 1931, se recurrió a procedimientos coercitivos. Pero cambiamos.

Forzados por la incontinencia mental de gobernadores de la banca central y la estulticia de algún mandatario, brincamos hace cinco lustros de una inalcanzada economía de transformación a una economía de servicios. Atascados entre ambos modelos, nos sorprende el libre mercado, con esa despreocupación caribeña que es nuestra porque es autóctona y folklórica. Ahora nos toca güayar la yuca.

Y no perciban tono despectivo en el aserto. A ustedes les he contado que en los días en que mi padre importaba y negociaba, llegaron a sus puertas unos chinos nacionalistas. Traían los primeros artículos de plástico que conocí en mi vida, y chucherías a granel de lata y latón. No visitaron únicamente a mi padre, sino a empresarios como don Miguel Yeara e Issa K.

Jaar, entre otros. Si mal no recuerdo, también don Salomón Dauhjre y su cuñado, don Anís Vidal, también recibieron esas mercancías.

Por aquellos días de mi pubertad, China Nacionalista construía ese futuro que hoy es un presente admirado por todos. Eran entonces una nación tan pobre o más pobre que nosotros. Pero habían perfilado un proyecto nacional y popular, que los arrancó de su ominoso pasado y de los horrores de las guerras. Habían decidido conquistar el bienestar para todos.

Pues bien, no podemos inventar los botones de plástico ni los hilos en boyitos. Pero con espíritu creativo, con apego a disciplinas individuales y sociales, con sentido de innovación, podemos labrar ese futuro. Y por ello hablo de güayar la yuca, como sintomatología de expectativas y posibilidades.

Alternativa que se nos presenta es la de ser sirvientes de ricos, o volver a los días oscuros en que una dominicanidad adormecida ocultaba entre sucias paredes, la noble miseria de nuestros orgullos.

El tratado de libre comercio tiene la palabra, sin duda. Pero nosotros, con dedicación, trabajo, creatividad, esfuerzo, espíritu de innovación y disciplina, podemos agarrar el embudo en algún extremo. Todo depende de cómo güayemos la yuca, cómo la presentemos a los compradores, y cómo intentemos venderla.

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