¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué?

El recién pasado 24 de abril de 2013, el gobierno del presidente Danilo Medina pretendió rendir honores al ex presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó, colocando en el Panteón de la Patria una urna que se mantendrá vacía, mientras no aparezcan sus restos físicos. Aparentemente, tratan de cerrar un expediente político cuya permanencia en el debate político empaña la memoria histórica de Balaguer, Bosch y las instituciones militares.

El gobierno optó ahora por reconocer los méritos del combatiente antiimperialista, defensor de la soberanía nacional. ¡Y qué bueno que así fuera! Fue el momento más glorioso para la patria y para ese líder. Pero pecó más por olvidador que por olvidadizo. En momento alguno del homenaje admitió que el reconocido heroísmo fue alcanzado por enfrentar a tropas de Estados Unidos, nación que en tres ocasiones durante el siglo XX desembarcó militares para sojuzgar nuestro país. El silencio oficial sobre el consuetudinario violador de nuestra soberanía nacional podría hacer pensar en complicidad para el olvido de la realidad social en 1904, 1916 y 1965.

Optaron por ignorar que la vida de Caamaño fue la de un ser en desarrollo constante y permanente que nunca cesó de mejorar y depurarse. Fue, entre otras cosas, hijo de un notorio general de la tiranía trujillista, jefe de las fuerzas represivas de la Policía Nacional, líder antiimperialista defensor de la soberanía nacional, como también Comandante guerrillero. Un hombre completo, digno ejemplo para el pueblo dominicano.

La ley de exaltación de Caamaño eligió 1965 para reconocerlo porque lucía políticamente incorrecto admitir que su familia había sido sostenedora de la tiranía trujillista. Grave error y torpeza porque precisamente eso demuestra que lo más grande de la vida de Francis Caamaño fue haber llegado al pináculo de la historia nacional a pesar de provenir de las entrañas del monstruo. Allí reside su grandeza, en su capacidad de reconocer y enmendar errores, tal como ahora debía hacer el gobierno con sus torpezas.

Aparentemente, no quisieron honrar al Caamaño revolucionario que luchó contra el despotismo inhumano de Joaquín Balaguer porque la orden de su asesinato partió de aquel artífice de la llegada al poder del Partido de la Liberación Dominicana. No en balde el balaguerismo forma parte importante de esta administración. Olvidaron, aposta, al Comandante de Caracoles porque, quizás, temían traer a la palestra pública el recuerdo del infeliz comportamiento de Juan Bosch en aquellos días aciagos del movimiento guerrillero de 1973.

Por todo esto cabe preguntar: ¿y ahora qué? ¿Seguirán encubriendo el expediente por el crimen de Estado contra Caamaño y sus compañeros, nunca presentado ante los tribunales? Hasta la fecha no se ha intentado realizar una investigación oficial ni se ha sometido a juicio a persona alguna por este delito, ordenado desde el superior nivel de la criminalidad política organizada.

¿Dónde coloca esta categoría de Héroe Nacional a los asesinos de Caamaño? ¿Estará garantizada de antemano la prolongación de la impunidad para los jefes militares que trataron de convertir en cenizas sus restos para ocultar las evidencias del asesinato? Si hiciera falta una admisión de este acto de inhumanidad e irrespeto al ser humano, ahí está la prensa dominicana del 21 de abril de 1987 en la que el almirante ® Ramón Emilio Jiménez Reyes confesó públicamente haber ordenado la cremación del cadáver de Caamaño y esparcir sus cenizas en las inmediaciones de la montañas de Nizaíto. Aunque parcialmente inexactas sus declaraciones, a confesión de parte relevo de pruebas.

De los jefes militares que recibieron y ejecutaron las órdenes superiores para terminar con la vida de los guerrilleros capturados y el posterior destino de sus restos, sólo quedan con vida Jiménez Reyes y Enrique Pérez y Pérez. Podemos asegurar desde ahora que las Fuerzas Armadas rendirán altos honores a estos personajes cuando les toque la visita de la parca. Los perpetradores anti democráticos han recibido y seguirán recibiendo honores militares por las encomiendas brutales que el trujillismo, el balaguerismo y la guerra fría les ordenaron y cumplieron a cabalidad contra los patriotas nacionalistas.

Quizás el subliminal mensaje de estos gobernantes es que la juventud se pregunte: ¿de qué sirve sacrificarse por la patria si los traidores son mejor considerados que los patriotas?

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