Para serles honesta escribo este artículo todavía con alguna sensación de resaca electoral, pero los compromisos de la cotidianidad y la vida misma nos obligan a continuar. El título de esta entrega surge precisamente de un sentimiento de incertidumbre luego de tanta efervescencia propia de estos eventos.
No quiero ser reiterativa, ya sabemos los resultados y la configuración del Congreso Nacional y sobre quién recaerá la responsabilidad de conducir los destinos de la nación los próximos cuatro años, pero a todo esto ¿qué es lo que sigue?
Al partido oficialista, que ha logrado una mayoría histórica a todo los niveles, primero le toca calmar los ánimos de sus altos dirigentes, que de manera prematura ya andan haciendo “amagues mediáticos” para perfilarse “presidenciables” a lo interno del Partido Revolucionario Moderno (PRM).
A los partidos de oposición, a jugar por las reuniones y encuentros realizados durante los últimos días, tanto los partidos tradicionales como los emergentes están tomando acciones sobre las tareas pendientes y los aprendizajes dejados en estas elecciones.
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), por citar un ejemplo, ya ha hecho público la intención de dos de sus altos dirigentes de renunciar a su Comité Político y dar paso a un verdadero proceso de renovación. Creo que, por esta vez, al partido morado le ha quedado claro saber cómo y cuándo ceder el poder y la participación política y no seguir maltratando las bases de su organización.
Otro escenario es el de la Fuerza del Pueblo (FP), uno de los ganadores de este proceso, a pesar de no contar con mayoría, sus resultados lo posicionan como líderes de la oposición, un factor que creo será bien aprovechado desde la senaduría del Distrito Nacional. Su reto; que sus siglas no se conviertan en herencia familiar y el tan necesario relevo político.
A los emergentes como Opción Democrática (OD) les toca revisar mejor su estrategia, alianzas e identificar su verdadera capacidad de captación de votos. Saber leer el contexto de competir en un sistema político-partidario como el nuestro, saber ser pequeños y enmendar los errores que le costaron su único escaño en el Congreso Nacional y la posibilidad de un segundo. Aprender es crecer.
Por último y más importante, queda sobre la ciudadanía ser veedora y fiscalizadora de nuestros gobiernos locales, representantes legislativos y el gobierno central. Estar atentos a los que se “cocinará” en el Congreso; a cómo se ejecutan los presupuestos participativos o cuáles serán las resoluciones aprobadas en nuestras alcaldías, por citar algunos ejemplos. Demandar que las gestiones que ahora inician no sean caldo de cultivo para la involución.
Ahora que lo veo con mayor detenimiento, creo que los próximos cuatro años podrían resultar bastante interesantes. Mi deseo es que este periodo contribuya a un nuevo pacto social y a dejar atrás la alternatividad en el poder, para lo que históricamente los partidos tradicionales sí han sabido ponerse de acuerdo. Ahora toca trabajar y fiscalizar, porque siempre habrá un próximo mayo.