Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

<p>Y ahora, ¿quién podrá defendernos?</p>

MARIEN ARISTY CAPITAN
Aún recuerdo cómo eran aquellas tardes. Después de mal comer, porque como todos los niños nunca tuvimos gran apetito cuando se trataba de los alimentos cotidianos, tocaba sentarse frente al televisor. Yo nunca tenía prisa. Podría saltarme ese momento para descansar e ir, directamente y sin pensarlo, a hacer la tarea.

Y es que esa hora, día tras día de lunes a viernes, nos traía siempre lo mismo: la vecindad del eternamente fastidiado Chavo del Ocho o las absurdas peripecias del Chapulín Colorado. Aunque a muchos pueda sorprenderles, porque fueron los personajes más queridos y famosos de nuestras infancias, nunca los aguanté demasiado. Lo veía, sí, pero más por necesidad que por gusto (en nuestra época teníamos que conformarnos con la programación local).

Si bien es cierto que al principio me resultaban graciosos, terminé cansándome de los chistes repetidos. Hoy, sin embargo, me sorprendo evocándolos. Todo porque, tras pensarlo mucho, me parece que nadie más que el Chapulín podría salvarnos: sólo con sus ocurrencias, y sus eternos triunfos fruto de la casualidad, podremos salir airosos de lo que se nos viene encima.

Pero el Chapulín también podría ayudarnos a olvidar que regularmente, a pesar de que queremos jugar a ser optimistas, nos enfrentamos a un nuevo desengaño; a una creciente duda; a simples soluciones que de tan imposibles se convierten en utopías… a una República Dominicana que en nada se parece a lo quisiéramos tener.

Es que sólo haciéndonos a su dosis de humor absurdo podríamos dejar de sentirnos defraudados ante las declaraciones del presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, quien el miércoles pasado anunció que cada diputado y senador recibirá fondos económicos para que puedan llevar a cabo obras sociales en sus provincias o demarcaciones.

Aunque Pared insistió en que la medida no era una manera de sustituir a las ONG’s de los legisladores, para mí no es más que una triste manera de engañarnos: nos tranquilizaron quitando el subsidio a los legisladores pero, al final y como siempre, han buscado la manera de acomodar las cosas para mantener el clientelismo en boga. En eso se parecen a la Chilindrina: por más que decía hacer cosas a favor del Chavo, siempre obraba a su conveniencia y le gastaba alguna broma pesada.

No sé si es que el gobierno piensa que somos una suerte de Chavos que nunca se darán cuenta de que la vida no es aguantar los golpes de los “propietarios” de la comunidad en la que vivimos, sino exigir nuestros derechos y obligarles a hacer su trabajo como es debido. No es posible que, a pesar de que viven gracias a nosotros, tengamos que dar lástima y rogar para que no nos golpeen tan duro.

En estos momentos, en los que se supone que el gobierno se apretaría los pantalones, no es justo que nos hablen de auspiciar los proyectos individuales de cada uno de los 178 legisladores que tenemos en ambas cámaras. Resulta demagógico y también sirve para ganarse favores y votos. Pero, ¿por qué tenemos que financiarlo nosotros?

En lugar de ello, deberían buscar fórmulas para adecuar el presupuesto del año próximo a las necesidades del país. Inviertan en el gasto social pero no aumenten los gastos oficiales, ni nos sobrecarguen con impuestos que sólo pagaremos los de la clase media -los pobres no tienen con qué, mientras los ricos negocian para no hacerlo-.

Mientras aún vivimos bajo la incertidumbre de las consecuencias que ha traído y traerá la misteriosa rectificación fiscal (¿no se han dado cuenta de que, aunque no han anunciado nada oficial, los precios de muchos productos han subido en los supermercados), nos hablan de financiar unas obras de bien social que nadie vigilará.

Definitivamente, aunque quiera creer en las buenas intenciones del presidente Leonel Fernández, mis ánimos caen cuando veo que los principales problemas continúan ahí a la par que avanza el Metro. Es mejor que piense en cómo resolver el problema de los apagones que vuelven a castigarnos, cómo desmontar los abusivos subsidios como el que se plantea y convertirse, para su favor y nuestra dicha, en nuestro Chapulín nacional.

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